El misterioso aparecido de Plaza Mayor




En el siglo XVI, la plaza conocida actualmente como el Zócalo, fue escenario de una singular leyenda, precisamente relacionado con lo sobrenatural pero no a una historia de fantasmas o maldiciones como se suele relatar.
En esta ocasión se trata de un misterioso viajero que llegó a un lugar sin explicación alguna. Resulta que en la época de la Nueva España, lo que conocemos como el Zócalo, era conocida como la Plaza Mayor de Nueva España. Los lugareños, al descubrir al visitante, creyeron que se trataba de un fantasma, otros creían que era producto de una hechicería, mientras que las autoridades creían que se trataba de alguna farsa. El misterioso visitante era un soldado de las Filipinas, se le identificó por su peculiar traje bordado con los emblemas de las Filipinas, portando su lanza y montando guardia en la plaza como si cuidara un muro.
Los curiosos se acercaban y el visitante, al que de inmediato se identificaba que no era propio de la Nueva España, eran abordados por preguntas del Soldado. Éste exclamaba a gritos la muerte del gobernador Don Luis Peréz Goméz Desmariñas. Los que escuchaban se burlaban, se resistían a creer que murió tal personaje, siendo días de distancia como para enterarse de inmediato.
Don Luis Peréz Goméz Desmariñas era hermano gemelo de Don Santiago Peréz Goméz Desmariñas, joven noble que residía solo en su palacio de la Nueva España. La última noticia que tenía de su hermano era que hacía tratos con emperadores de medio oriente para obtener riquezas y trasladarlas a las Filipinas, aunque sabía que su hermano no ere una persona de confianza, sabía a quiénes había traicionado y dañado en la capital, por ende razón huyó a las Filipinas. Tras enterarse de la noticia del aparecido de la Plaza Mayor, llegó también a sus oídos las consejas de que el misterioso visitante anunciaba la muerte de su hermano. El joven Santiago se resistía a creer en la muerte de su familiar, proclamando que podría tratarse de un complot para asesinarlo.
He aquí que el misterioso visitante, al comprobar que no era un fantasma, sino un vivo de carne y hueso, fue capturado y enviado ante las autoridades del Santo Oficio. Bajo métodos de tortura, se le intentó comprobar que el soldado formaba parte de un complot en contra del gobernador Luis Goméz Peréz Desmariñas y sobre todo cómo fue que llegó a la Capital si no hubo reporte de navíos o embarcaciones. El ingenuo soldado no tuvo más remedio que indicar que montaba guardia en los muros del palacio del gobernador, durante la madrugada del 25 de octubre de 1573, cuando se llegó el comunicado del fallecimiento del gobernador a manos de los piratas chinos que asaltaron la embarcación con destino de vuelta a las Filipinas cuando había visitado Medio Oriente. Al enterarse de la noticia de repente ya no estaba afuera del palacio, sino en una extraña ubicación que sería la Plaza Mayor. El pobre soldado no daba crédito a lo sucedido, como tampoco hallar una explicación del repentino traslado.
Las autoridades se negaron a creer en la muerte del gobernador y en especial del viaje enigmático del soldado, mientras tanto ordenaron encarcelarlo. No podía tratarse de un lunático, puesto que los emblemas en su uniforme confirmaban que originario de las islas Filipinas, aunque estaban en la incertidumbre de cómo fue que había llegado. Dos días después de la aprehensión del soldado filipino, también con el título de "El aparecido de la Plaza Mayor", llegó el comunicado al caballero Santiago Goméz de la confirmación del deceso de su hermano gemelo. En efecto, la carta señalaba la fecha de defunción como el 25 de octubre, justo como había dicho el aparecido. Además las condiciones eran las mismas que describió el soldado.
Ni tardo, ni perezoso, el joven caballero cargaba con la culpa en su mente mientras acudía con las autoridades del Santo Oficio y solicitó liberar al soldado. Estaba libre de cualquier acusación y mostró la carta. Las autoridades ofrecieron una disculpa al prisionero y a manera de compensación ofrecieron devolverlos a sus tierras por medio de una nave a cargo de Don Santiago.
Al arribar a las tierras Filipinas, el hermano del fallecido no sólo constató la defunción, sino que por boca de los guardias se enteró que el relato del "aparecido de la Plaza Mayor" decía la verdad: mientras montaba guardia, el resto de los compañeros se pasmaron al verlo desaparecer, sin dejar huella y sin rastros de él. El enigmático acto se manifestó justo en el momento en que se anunciaba el deceso del gobernador.
Hay misterios que perduran, como lo fue esta leyenda que forma parte de muchos fenómenos sin explicación.

Comentarios