Entre la espesura de la selva de los pueblos mayas de Quintana Roo, habita un alma creada por la madre naturaleza, se le conoce como Juan del Monte o San Juan del Monte. Las cuevas son sus lugares favoritos, donde suele descansar y a veces se le escucha silbar o reír. De acuerdo a los pueblerinos, se encarga de cuidar y proteger la selva, así como también de abastecer alimento a las especies, además de protegerlas. Los árboles y plantas son su principal objetivo de resguardo. Por lo tanto, cuando una persona cruza estos territorios, debe solicitar permiso al espíritu de Juan del Monte con la siguiente oración: "San Juanito bendito, amarra a tus animalitos con un cordón bendito que voy a entrar al monte". Así Juan del Monte permitirá el paso, y cualquier alimaña peligrosa será alejada del camino del transeúnte.
En ocasiones, la piedad se desvanece con Juan del Monte cuando un osado entra al territorio sin pedir permiso, o viene a cazar. Camina en el monte, y hay quienes son capaces de escuchar sus pasos a kilómetros de distancia. Busca y acecha a sus presas humanas, sin importar las clemencias de la víctima, es raptada por Juan del Monte. Sus presas favoritas son los cazadores furtivos o campesinos ingratos. Todos ellos caen bajo su embrujo. Así que si un día te encuentras en el monte, y este espíritu te descubre haciendo algo indebido, pagarás caro el atrevimiento, ya sea dejando caer un árbol o haciendo que te pierdas. La única forma de evitar daño alguno es silbar lo más fuerte posible. También el dejar de hacer daño a la naturaleza funciona.
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