El Mundo de los Espíritus, según Allan Kardec


¿A dónde vamos cuando morimos? Es una pregunta que ha planteado diversas respuesta en cada fase de la historia. El desconocimiento de la muerte ha orillado a creer en la existencia posterior de la vida, base que ha sostenido a la mayoría de las religiones a parte de la creencia de una o varias deidades superiores al hombre, así como también en la firme creencia de los fantasmas, ya que un fantasma plantea la posibilidad de la vida después de la muerte.

Fue en el siglo XIX cuando existía el auge de
las sesiones espiritistas, situación por la cual Allan Kardec se interesa por estos fenómenos, sobre cómo un médium (sujeto que puede sostener comunicación con los espíritus a través de su cuerpo) podía invocar entidades sobrenaturales, las mesas giratorias y otros fenómenos paranormales.
En 1854 inicia sus estudios y sería hasta en 1857 cuando publica su primer libro sobre tratado de la naturaleza de los espíritus titulada “El Mundo de los Espíritus”.
Gracias a su libro, surge el término que ha influenciado a, tanto figuras literarias como a investigadores, a muchas disciplinas:  Espiritismo, el cual se caracteriza por ser una disciplina enfocada al estudio de los espíritus, tanto en su naturaleza como en su destino.

Allan Kardec creó incluso revistas donde abordaba el tema de lo que nos depara después de la muerte. Sus estudios explican la existencia inmaterial del ser humano como un espíritu descarnado, y de acuerdo a sus virtudes es como se depara el destino. Es decir, la religión cristiana influencia en que dependiendo del comportamiento del mortal es como su espíritu puede trascender o sufrir un retroceso, por lo cual debe reencarnar para seguir en la línea evolutiva espiritual, esto de acuerdo a una ética universal aplicable para todos los espíritus. La creencia en Dios forma parte de la disciplina del Espiritismo, solo que a diferencia del Cristianismo, Dios no posee un papel de juez y tampoco influencia en la vida de los hombres, puesto que Kardec argumenta que los espíritus tienen un libre albedrío, y solo ellos tienen la conciencia de tomar las decisiones sobre sus actos; Dios no impone castigos o apremia, sino que eso solo lo ejecutan los espíritus. Dios es la unicidad con la creación y el universo.

En el libro, se propone que los espíritus están dotados de inteligencia y son creados a la perfección, sin embargo entra en conflicto con la cuestión de que el espíritu puede tomar acciones que pueden perjudicar y provocar, después de la muerte del cuerpo, tener que reencarnar para enmendar la acción. No existen ángeles o demonios, sino espíritus que se rigen por una ética universal. La existencia del espíritu es previa, es decir, existimos como espíritus antes de que exista un cuerpo material, por consiguiente el cuerpo es solo el instrumento del espíritu.

Kardec plantea, en sus estudios, la posibilidad de la comunicación con los espíritus, por medio de un Médium se puede enlazar el medio comunicativo, situación que aprovecharon algunos supuestos espiritistas para hacer negocio con las sesiones espiritistas.

La disciplina de Kardec influenció para que otros grupos organizaran sus escuelas de pensamiento, puesto que el Espiritismo de Kardec estaba construido con bases filosóficas. De hecho se planeaba agregar el Espiritismo como enseñanza en el sistema educativo en el siglo XIX. La obra de Kardec se ha prolongado en otros sistemas de pensamiento que asumieron el Espiritismo como una enseñanza.

Hubo figuras reconocidas en el ámbito social por seguir la doctrina del Espiritismo, en México tenemos el caso de Francisco I Madero, que se consideraba un especie de Médium y tendía a la escritura automática. En el ámbito de la literatura, existió Arthur Conan Doyle, famoso por crear al personaje del detective Sherlock Holmes, también sostenía creencias en la existencia después de la muerte.


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