Cueva de Zugarramurdi, la cueva de las brujas



Misterio, magia y el misticismo se halla impregnadas las paredes de granitos que recubren las cuevas, ubicadas cerca del municipio de Zugarramurdi, a norte de Navarra. Mientras un pequeño río atraviesa la cueva y es conocido como "Arroyo del Infierno", donde al final se alza el trono de Lucifer, quien recibe a sus adeptos y llevan a cabo sus rituales y aquelarres. De acuerdo a las palabras de Juan Mongastón, la cueva es escenario de satánicas reuniones. Describe en su documento que Lucifer aparece en su trono, a veces de madera a veces de oro, y con su uña de garra hace la marca al nuevo pactante y deja el lunar del sapo en el ojo, y es así como la persona ha sellado su trato. Las brujas se frotan un líquido verde y pestilente en la planta de los pies, y vuelan hasta la cueva de Zugarramurdi, que no es mas que la entrada al infierno, y el arroyo sirve como guía hacia Lucifer. 
 
Después de gozar alrededor de una fogata, gracias a la oscura intersección de su infernal Majestad, las brujas y brujos son transformados en animales, pero en especial en cabras y se dedican a aterrorizar a los pobres y miserables transeúntes.
  Uno de los casos de brujería y procesos de autos de fe que se ejerció terriblemente sobre 31 personas acusadas de llevar a cabo aquelarre, en la pequeña aldea de Zugarramurdi, situada en la montaña navarra, colindante con el país de Labort. 
   Sucedió en el siglo XVII, cuando una joven criada, de veinte años, emigró con sus padres a una localidad costera de Labort. Las historias de brujas habían capturado su atención, seduciéndola, y se convence de formar parte de un aquelarre. De repente empezaron las acusaciones, esta joven acusaba a María de Jureteguía, una vecina, de reunirse también con las brujas, quien de inmediato reaccionó adversa ante la acusación, y trató de negar las afirmaciones de la joven criada. Pero fue en vano, ya que los pobladores creyeron en las palabras de la acusadora. 
   Al igual que en el caso de las brujas de Salem, se desató el fenómeno de histeria colectiva. María de Jureteguía tuvo se sometió a confesión, compartió que practicaba la brujería desde niña. Además, agregó que su tía, María Chipía de Barrenechea, fue quien la instruyó en el arte de la magia negra. Durante la manifestación de la histeria, deliraba que las brujas la perseguían y soltó más nombres de quienes se involucraron en las diabólicas reuniones, señaló a cuatro mujeres y tres hombres. De inmediato se buscó a los acusados y se trató de hallar evidencia que los inculpara: sapos o "familiares" Los detenidos fueron obligados a confesar y a arrepentirse de haber pactado con el Diablo. El pueblo de Zugarramurdi aceptó perdonarlos, sin embargo la inquisición de Logroño se había enterado de la situación.
   Un mensajero confirmó sobre los acontecimientos desatados en Zugarramurdi, provocando que dos de los inquisidores exigieran la presencia de las cuatro mujeres acusadas de brujería.
   
El terror a los procesos de auto de fe se manifestó a Zugarramurdi, las cuatro mujeres fueron trasladadas a los calabozos de Logroño, y después de un tortuoso interrogatorio, las acusadas aceptaron el cargo. Las autoridades notificaron al Consejo de la Suprema Inquisición de Madrid sobre los hechos y esperaron una respuesta con respecto del castigo adecuado. No obstante, ante la sala del tribunal acudió un grupo de campesinos, todos ellos replicaron que las acusadas eran inocentes, pues habían sido obligadas a decir que eran brujas en Zugarramurdi. A pesar de los defensores, los inquisidores desoyeron la inocencia de las detenidas y prosiguieron con la sentencia. El Consejo solicitaba que a las detenidas se les aplicara un cuestionario y demostraran la evidencia de la culpabilidad. Los inquisidores creían, fervientemente, que eran artimañas del demonio para desviar la acusación y el respectivo castigo.
   Tras la confesión de las acusadas, de nuevo se levantaron otras acusaciones, las supuestas brujas delataron a gente inocente, incluyendo entre ellos a menores de edad.  
   Los inquisidores enviaron a Juan Vallejo Alvarado a recoger acusaciones y poder identificar a más brujas y brujos. Vallejo recorrió la zona colindante, reunió más de trescientas acusaciones y al llegar al monasterio de Urdax, se le informa que la zona "está infestada de brujas". 
   Zugarramurdi se convirtió en escenario del auto de fe más terrible al reunir una máxima cantidad de acusados y ser quemados vivos tras negarse ser brujas. Más de treinta mil personas se congregaron para atestiguar la sentencia. 
   En la actualidad, la cueva está abierta al público y se hacen representaciones teatrales sobre el terrible caso de inquisición y las supuestas reuniones con Lucifer. El lugar cuenta con un museo dedicado a las brujas de Zugarramurdi. 


  
   

Comentarios