1888. La pesadilla inició en Londres, Inglaterra. Una ciudad que recibió a miles de inmigrantes irlandeses, así como también judíos refugiados. La mayoría de los inmigrantes se concentraban en el East End, donde se encuentra la famosa parroquia de Whitechapel. La sobrepoblación provocó la creación de una clase media baja, desempleo, delincuencia por lo que algunas personas subsistían, entre ellas mujeres que se entregaron al oficio más antiguo: la prostitución.
No sólo participaban mujeres jóvenes, también mujeres más grandes de edad. Hasta que una de ellas sería víctima de un monstruo entre los hombres.
I. Los crímenes de Whitechapel
Emma Smith fue la primera víctima en caer en Whitechapel, aún tenía vida cuando fue trasladada al hospital de la ciudad. La mujer de 45 años, había sido agredida físicamente a golpes, pero el agresor
había destruido sus genitales con un objeto de madera. La víctima fue golpeada por una pandilla, según su testimonio, y entre los miembros había un adolescente. Las autoridades, en especial la policía de Scotland Yard, habían conjeturado que probablemente eran protectores de las prostitutas, y por falta de pagos se cobraron con su vida.
Smith fue una de las primeras víctimas de Whitechapel, pero el monstruo aún no saldría a la luz con sus crímenes.
La segunda víctima fue encontrada en un callejón de Whitechapel, en la madrugada del 9 de agosto del mismo año. Un transeúnte creyó que se trataba de un indigente que dormía en el suelo. Sin embargo, al acercarse más descubrió que en realidad se trataba de una mujer corpulenta, de 39 años, que había sido apuñalada. Las autoridades identificaron el cuerpo como Martha Tabram, una mujer, madre de dos hijos, con historial de tres relaciones conyugales inestables. La investigación determinó que fue víctima de 39 apuñaladas, en el cuello, pulmones e hígado.
No hubo testigos, y se interrogó a las últimas personas que habían convivido con miss Tabram sin obtener información relevante sobre su muerte.
II. Un asesino fantasma
Los movimientos del asesino eran silenciosos, y los medios de comunicación se encargaron de difundir la imagen de un asesino que atacaba de manera silenciosa sin ser visto. Nadie se percató del siguiente asesinato, solo del cuerpo cuando un carretero encontró el siguiente cuerpo sin vida: Mary Ann Nichols.
La mujer fue vista en la madrugada, en la zona de Whitechapel Road, saliendo de un establecimiento conocido como "Fried Pan". Su amiga fue la última persona en verla con vida. Una vez más no hubo testigos del crimen, nadie escuchó gritos o vio algo sospechoso. ¿Acaso el asesino era en verdad un fantasma?
El reporte forense reveló que la mujer había sido degollada dos veces con un objeto punzo-cortante, además presentaba el abdomen apuñalado con la misma herramienta. Mary Nichols era una mujer divorciada, con cinco hijos. Pretendía prostituirse para ganar más dinero.
Al principio se conjeturó que la muerte fue a consecuencia de la misma pandilla que atacó a la primera mujer, a la señora Smith. Sin embargo, de acuerdo a la investigación, el asesinato fue perpetrado por una sola persona, y posiblemente se trataba del mismo responsable de la muerte de Martha Tabram.
Londres tenía a un monstruo que actuaba bajo el silencio de la oscuridad.
III. Masacre en el callejón Hanbury
El monstruo londinense volvió a atacar el 8 de septiembre, y nuevamente la víctima fue una mujer que se había prostituido: Annie Chapman, mujer divorciada, con tres hijos (la primera hija murió de meningitis, y los otros dos estaban en un internado), que después de su separación su economía quebró cuando su ex esposo falleció y la pensión se había descartado.
Sostuvo relaciones con otros hombres mientras rentaba un cuarto en una pensión. Cuando no podía pagar el alquiler, se iba a dormir con uno de sus amantes.
El cuerpo de la víctima fue encontrado por un estibador, cerca de una puerta en un callejón de Hanbury. Esta vez el cuerpo se presentaba en un aterrador desmembramiento: el cuello había sido degollado, el corte fue realizado de derecha a izquierda y fue ejercido varias veces hasta casi decapitar a la víctima. Su estómago fue abierto, se le extrajo el útero y sus órganos estaban expuestos. La mujer presentaba en su cara golpes en la cara, pero de acuerdo al casero los hematomas en la cara fueron a causa de que se había peleado con una inquilina llamada Alice Cooper.
El macabro hallazgo fue denunciado a tiempo, y a comparación de los homicidios previos hubo un testigo: Elizabeth Long, una vecina que refiere haber visto a Annie Chapman con un hombre elegante, con gabardina y sombrero de copa; por lo que sería la imagen icónica con la que se asociaría al asesino serial Jack el Destripador.
De acuerdo a las suposiciones del médico forense, se conjetura que el responsable podría ser un médico con conocimientos en anatomía por la precisión y ejecución de los cortes. Además, en la escena del crimen se encontró un mandil de cuero con rastros de sangre que pertenecía a la víctima, material de evidencia que vendría a reforzar la conjetura de que se trataba de un médico cirujano el posible asesino.
IV. ¿Quién fue Jack el Destripador?
Como es usual en el caso de asesinos seriales no identificados, las autoridades tienden a capturar a cualquier sospechoso, con tal de colmar a las autoridades y a los ciudadanos. La víctima fue John Pizer, un zapatero de 33 años que vivía en el distrito de Whitechapel.
En la escena del último asesinato se encontró un mandil de cuero con rastros de sangre de la víctima, por lo que las autoridades conjeturaron que el asesino usaba habitualmente estos mandiles.
John Pizer usaba un mandil de cuero en su oficio, por esta prenda fue aprehendido y sobre todo cuando se supo que tendía a aterrorizar a las prostitutas de la zona y a algunas las amenazaba con cuchillos. Tras enterarse de los rumores de que el asesino era un zapatero judío y se pretendía ser linchado, Pizer se encerró en la habitación de su casa y no salió hasta que fue apresado.
Tras corroborar, con el testimonio de un policía, se confirma que Pinzer no fue el culpable puesto que este oficial asegura que hablaba con él a una distancia retirada del lugar del último asesinato.
Fue exonerado de los cargos y los periódicos pagaron una indemnización a Pinzer por haberlo difamado.
Como último recurso, un miembro del parlamento de Whitechapel, ofreció 100 libras como recompensa a quien descubriera a los asesinos (él suponía que los crímenes eran rituales judíos). Al acusar a los judíos como responsables, estos reaccionaron con una manifestación.
Las autoridades aún no podían capturar al verdadero culpable mientras la histeria social aumentaba en la población que exigía la captura del asesino.
V. Cartas desde el infierno
El 25 de septiembre de 1888 llegó la primera carta a la Agencia Central de Noticias. Sólo llevaba por título "Querido jefe". La carta contenía lo siguiente:
"Querido Jefe, constantemente oigo que la policía me ha atrapado pero no me echarán mano todavía. Me he reído cuando parecen tan listos y dicen que están tras la pista correcta. Ese chiste sobre 'Mandil de Cuero' me hizo partir de risa. Odio a las putas y no dejaré de destriparlas hasta que me harte. El último fue un trabajo grandioso. No le di tiempo a la dama ni de chillar. ¿Cómo me atraparán ahora? Me encanta mi trabajo y quiero empezar de nuevo si tengo la oportunidad. Pronto oirán hablar de mí y de mis divertidos jueguecitos. Guardé algo de la sangre en una botella de cerveza de jengibre para escribir, pero se puso tan espesa como a cola y no la pude usar. La tinta roja servirá igual, espero, ja, ja. En el próximo trabajo le cortaré las orejas a la dama y se las enviaré a la policía para divertirme. Guarden esta carta en secreto hasta que haya hecho un poco más de trabajo y después publíquela sin rodeos. Mi cuchillo es tan bonito y afilado que quisiera ponerme a trabajar ahora mismo si tengo la ocasión. Buena Suerte.
Suyo afectísimo, Jack el Destripador.
No se moleste si no le doy mi nombre profesional. No estaba bastante bien para enviar esto antes de quitarme toda la tinta roja de las manos. Maldita sea. No ha habido suerte todavía, ahora dicen que soy médico, ja, ja..."
Por primera vez, en esta carta, se usa el alias "Jack, el destripador", y no sería la última carta, sino que llegarían más y con el mismo estilo, aunque se tiene la conjetura que una de las cartas está falsificada, y está fechada con el día 17 de septiembre de 1888.
VI. Oscuridad y Muerte en el Callejón
La siguiente víctima fue Elizabeth Stride, una mujer que fue encontrada sin vida en la calle Berner, junto al Club Educativo Internacional de Trabajadores. Elizabeth había sido cortada del cuello, un corte limpio de izquierda a derecha. Hubo dos testigos, ambos hombres, un judío y un caballero, que refieren haber visto a Elizabeth siendo abordada por un misterioso hombre con sombrero.
El sujeto se la llevó a un callejón, donde no se le vio más con vida.
Ante la inminente amenaza, los dos testigos optaron por retirarse. El portero del club fue quien encontró el cadáver de la mujer. La herida aún seguía brotando sangre, por lo que el portero avisó a las autoridades que, muy posiblemente, el asesino aún estuviera cerca del escenario del crimen. Se conjetura que con el arribo del portero, el homicida se vio frustrado ante su plan de mutilar el cuerpo, y tuvo que huir.
Uno de los testigos, el judío de origen húngaro llamado Schwartz, declaró ante los medios de periodismo su encuentro con el misterioso Jack el Destripador.
VII. Horror en la plaza Mitre
En esta ocasión fue en la esquina sur de la plaza Mitre, el 8 de octubre, cuando un agente de policía descubrió otra víctima de Jack el Destripador. La mujer se llamaba Catherine Edowes, era una mujer que se había separado de su marido y dejó a sus hijos. Vivía con otro hombre y los rumores referían que ejercía la prostitución, aunque nunca se comprobó.
Se le había visto con vida aquella misma noche en la celda de la comisaría Bishopsgate a causa de andar alcoholizada en vía pública. Se le dio el escarmiento de estar encerrada y después fue puesta en libertad, sin saber que ella sería la próxima víctima.
Esta vez el cuerpo fue mutilado: la garganta había sido degollada de izquierda a derecha. Su rostro fue machacado a cuchillazos, la oreja derecha también había sido cortada a la mitad aunque se deduce que el corte fue accidental. Sin embargo su vientre fue abierto por el canal, se le extrajo el hígado y su intestino fue colocado sobre su hombro izquierdo. No hubo testigos del ataque, y se cree que fue rápido.
Para causar polémica, el asesino arrojó un delantal -que pertenecía a la víctima- ensangrentado y había un mensaje escrito en la pared del edificio donde se encontró la evidencia: "los judíos son los hombres que no serán culpados por nada". El problema era que el mensaje fue escrito en un edificio donde habitaban judíos, por lo que se ordenó borrar de inmediato, sino habría reacciones violentas contra los judíos.
En el mensaje original, la palabra "judío" estaba escrita de la siguiente forma: "juwes", expresión que en realidad carece de significado, pero las autoridades atribuyeron el significado "judío".
Jack volvió a mandar otra carta a la policía, exclamando que en el siguiente asesinato cortaría la oreja de su víctima y se la enviaría a ellos, como una forma de burla y juego. Nunca llegó a suceder, pero sí otro. El líder del comité de vigilancia de Whitechapel recibió una carta, donde Jack aseguraba que el último asesinato fue "doble acontecimiento", es decir, era una continuación de lo que intentó hacer con Stride. En la carta había un trozo de hígado humano, y Jack aseguró que pertenecía a la última víctima. Frió el hígado y se lo comió, e hizo el gesto de "compartir el resto" con el líder de vigilancia.
El examen médico corroboró que efectivamente se trataba de un hígado humano.
Tras este acontecimiento los medios de comunicación esparcieron a nivel mundial los crímenes de Jack el Destripador, aunque lamentablemente distorsionaban algunos hechos. Incluso hubo gente que enviaba misivas asegurando ser Jack el Destripador, y enviaban cartas con amenazas. Pero la comparación de las letras determinaban que no se trataba del mismo sujeto.
IX. El crimen más siniestro
La siguiente víctima fue Mary Jane Kelly el 30 de octubre. Su asesinato, a comparación de los demás, fue el más siniestro y espantoso. Definitivamente la víctima no tuvo oportunidad de defenderse. La joven de 24 años era poseedora de una belleza atractiva, y sin igual. Estaba casada con un minero hasta que él falleció por una explosión en las minas. La viudez fue la causa de que tuviera una vida desperdiciada en el alcohol y se dedicó a la prostitución.
Vivía en el 26 de Dorset Street, en un pequeño cuarto asignado con el número 13 -como si la mala suerte se hubiera representado, a manera de presagio en aquel cuarto- ubicado en el primer piso de un edificio destinado a la renta de habitaciones, en compañía de un amante llamado Joseph Barnett. Tenían constantes peleas por su oficio de prostitución, hasta que decidió abandonarla.
Una ventana rota, del cuarto, servía para abrir la puerta, ya que Mary Jane había perdido la llave. Así, ambos podían ingresar a la vivienda rentada por un vendedor de velas. Cuando Joseph Barnett decidió abandonar a Mary Jane, ella no sabía cómo conseguir el resto del dinero que debía para la renta, además de deudas atrasadas con la renta. La noche en que Barnett la dejó, fue a un pub a tomar y volvió acompañada de un hombre de estatura baja, "con finta de extranjero" refiere una de las vecinas de las víctimas. Nadie escuchó los gritos de la víctima, pero si una voz que exclamó "¡Asesinato!" en la madrugada, pero nadie hizo caso.
John Mcarthy era el dueño del edificio, atendía su negocio de velas cuando solicitó a su asistente que fuera con Mary Jane a cobrar la renta y las deudas atrasadas. Pero cual sería el error del ayudante cuando se dirigió al cuarto y descubrió el cadáver de Mary Jane completa y horriblemente mutilado. De acuerdo con los oficiales, describieron el cuerpo "como si un tren la hubiera aplastado".
El cuerpo estaba semidesnudo, con el canal abierto, presentaba rasgaduras en la pierna derecha, desgarraron tanto la piel en aquella área que se podía contemplar el fémur. Los genitales habían sido destruidos, y del canal abierto fueron extraídos todos los órganos vitales. El estómago y los intestinos descansaban sobre la mesita de noche. El hígado se hallaba a un lado del cuerpo, junto con los senos que también fueron separados del pecho. La cara estaba irreconocible, había sido apuñalada, las orejas fueron cercenadas. Ante tal macabro hallazgo, se entrevistó a los vecinos, pero todos coinciden que no la escucharon gritar. Posiblemente la víctima conocía al agresor y la dejó entrar. Otra hipótesis, fue que el asesino aprovechó la ventana rota para introducir la mano y abrir la puerta, así como también aprovechó que la víctima descansaba, la tomó por sorpresa.
El corazón y parte de la matriz habían sido extraídos pero no estaban en la habitación, por lo que se dedujo que el asesino se llevó ambos órganos.
La muerte de Mary Jane significó el fin de los asesinatos de Whitechapel, al menos eso dio creer la prensa, puesto que ya no publicaban las cartas de Jack el Destripador. La misma prensa dejó de hablar de él, como si este último asesinato hubiera movido las fibras sensitivas y se decidiera dejar de mencionar al asesino.
Hubo muchos rumores: que el asesino se mudó de ciudad, que había fallecido en el río Támesis a manera de suicidio, o que permanecía encerrado en un asilo para enfermos mentales.
X. Un legado sanguinario
Su identidad, hasta la fecha actual, a 131 años de sus homicidios, aún permanece en el misterio. Según el registro de la policía, se detuvieron a un total de ochenta sospechosos, pero ninguno de ellos coincidía. Entre los sospechosos había carniceros, médicos cirujanos, barberos. La prensa pensaba que era una medida de desesperación para las autoridades ante la frustración de no poder detener al verdadero criminal.
Existieron más asesinatos después de Mary Jane Kelley, las víctimas también eran prostitutas. No obstante, no cumplían con el patrón del asesino serial. Algunas víctimas presentaban apuñaladas pero no tan profundas como para cercenar o destripar. Una mujer había sido hallada estrangulada con una soga, sugiriendo suicidio aunque había sospechas de homicidio, tampoco cumplía con el patrón establecido.
¿Quién fue realmente Jack el Destripador? Es una pregunta que arroja más preguntas en vez de respuestas concretas. Incluso existen conjeturas que el asesino pudo haber sido una mujer, en otras apuntan que Jack el Destripador fue un invento de la prensa para justificar los atroces asesinatos de mujeres prostitutas en Whitechapel. La mayoría apunta a un médico cirujano, por el hecho de saber realizar los cortes de los órganos necesarios, resentido con la figura femenina y los asesinatos era su modo de vengarse. El fantasma de Jack el Destripador sigue vigente en el título de los asesinos seriales jamás atrapados.
II. Un asesino fantasma
Los movimientos del asesino eran silenciosos, y los medios de comunicación se encargaron de difundir la imagen de un asesino que atacaba de manera silenciosa sin ser visto. Nadie se percató del siguiente asesinato, solo del cuerpo cuando un carretero encontró el siguiente cuerpo sin vida: Mary Ann Nichols.
La mujer fue vista en la madrugada, en la zona de Whitechapel Road, saliendo de un establecimiento conocido como "Fried Pan". Su amiga fue la última persona en verla con vida. Una vez más no hubo testigos del crimen, nadie escuchó gritos o vio algo sospechoso. ¿Acaso el asesino era en verdad un fantasma?
El reporte forense reveló que la mujer había sido degollada dos veces con un objeto punzo-cortante, además presentaba el abdomen apuñalado con la misma herramienta. Mary Nichols era una mujer divorciada, con cinco hijos. Pretendía prostituirse para ganar más dinero.
Al principio se conjeturó que la muerte fue a consecuencia de la misma pandilla que atacó a la primera mujer, a la señora Smith. Sin embargo, de acuerdo a la investigación, el asesinato fue perpetrado por una sola persona, y posiblemente se trataba del mismo responsable de la muerte de Martha Tabram.
Londres tenía a un monstruo que actuaba bajo el silencio de la oscuridad.
III. Masacre en el callejón Hanbury
El monstruo londinense volvió a atacar el 8 de septiembre, y nuevamente la víctima fue una mujer que se había prostituido: Annie Chapman, mujer divorciada, con tres hijos (la primera hija murió de meningitis, y los otros dos estaban en un internado), que después de su separación su economía quebró cuando su ex esposo falleció y la pensión se había descartado.
Sostuvo relaciones con otros hombres mientras rentaba un cuarto en una pensión. Cuando no podía pagar el alquiler, se iba a dormir con uno de sus amantes.
El cuerpo de la víctima fue encontrado por un estibador, cerca de una puerta en un callejón de Hanbury. Esta vez el cuerpo se presentaba en un aterrador desmembramiento: el cuello había sido degollado, el corte fue realizado de derecha a izquierda y fue ejercido varias veces hasta casi decapitar a la víctima. Su estómago fue abierto, se le extrajo el útero y sus órganos estaban expuestos. La mujer presentaba en su cara golpes en la cara, pero de acuerdo al casero los hematomas en la cara fueron a causa de que se había peleado con una inquilina llamada Alice Cooper.
El macabro hallazgo fue denunciado a tiempo, y a comparación de los homicidios previos hubo un testigo: Elizabeth Long, una vecina que refiere haber visto a Annie Chapman con un hombre elegante, con gabardina y sombrero de copa; por lo que sería la imagen icónica con la que se asociaría al asesino serial Jack el Destripador.
De acuerdo a las suposiciones del médico forense, se conjetura que el responsable podría ser un médico con conocimientos en anatomía por la precisión y ejecución de los cortes. Además, en la escena del crimen se encontró un mandil de cuero con rastros de sangre que pertenecía a la víctima, material de evidencia que vendría a reforzar la conjetura de que se trataba de un médico cirujano el posible asesino.
IV. ¿Quién fue Jack el Destripador?
Como es usual en el caso de asesinos seriales no identificados, las autoridades tienden a capturar a cualquier sospechoso, con tal de colmar a las autoridades y a los ciudadanos. La víctima fue John Pizer, un zapatero de 33 años que vivía en el distrito de Whitechapel.
En la escena del último asesinato se encontró un mandil de cuero con rastros de sangre de la víctima, por lo que las autoridades conjeturaron que el asesino usaba habitualmente estos mandiles.
John Pizer usaba un mandil de cuero en su oficio, por esta prenda fue aprehendido y sobre todo cuando se supo que tendía a aterrorizar a las prostitutas de la zona y a algunas las amenazaba con cuchillos. Tras enterarse de los rumores de que el asesino era un zapatero judío y se pretendía ser linchado, Pizer se encerró en la habitación de su casa y no salió hasta que fue apresado.
Tras corroborar, con el testimonio de un policía, se confirma que Pinzer no fue el culpable puesto que este oficial asegura que hablaba con él a una distancia retirada del lugar del último asesinato.
Fue exonerado de los cargos y los periódicos pagaron una indemnización a Pinzer por haberlo difamado.
Como último recurso, un miembro del parlamento de Whitechapel, ofreció 100 libras como recompensa a quien descubriera a los asesinos (él suponía que los crímenes eran rituales judíos). Al acusar a los judíos como responsables, estos reaccionaron con una manifestación.
Las autoridades aún no podían capturar al verdadero culpable mientras la histeria social aumentaba en la población que exigía la captura del asesino.
V. Cartas desde el infierno
El 25 de septiembre de 1888 llegó la primera carta a la Agencia Central de Noticias. Sólo llevaba por título "Querido jefe". La carta contenía lo siguiente:
"Querido Jefe, constantemente oigo que la policía me ha atrapado pero no me echarán mano todavía. Me he reído cuando parecen tan listos y dicen que están tras la pista correcta. Ese chiste sobre 'Mandil de Cuero' me hizo partir de risa. Odio a las putas y no dejaré de destriparlas hasta que me harte. El último fue un trabajo grandioso. No le di tiempo a la dama ni de chillar. ¿Cómo me atraparán ahora? Me encanta mi trabajo y quiero empezar de nuevo si tengo la oportunidad. Pronto oirán hablar de mí y de mis divertidos jueguecitos. Guardé algo de la sangre en una botella de cerveza de jengibre para escribir, pero se puso tan espesa como a cola y no la pude usar. La tinta roja servirá igual, espero, ja, ja. En el próximo trabajo le cortaré las orejas a la dama y se las enviaré a la policía para divertirme. Guarden esta carta en secreto hasta que haya hecho un poco más de trabajo y después publíquela sin rodeos. Mi cuchillo es tan bonito y afilado que quisiera ponerme a trabajar ahora mismo si tengo la ocasión. Buena Suerte.
Suyo afectísimo, Jack el Destripador.
No se moleste si no le doy mi nombre profesional. No estaba bastante bien para enviar esto antes de quitarme toda la tinta roja de las manos. Maldita sea. No ha habido suerte todavía, ahora dicen que soy médico, ja, ja..."
Por primera vez, en esta carta, se usa el alias "Jack, el destripador", y no sería la última carta, sino que llegarían más y con el mismo estilo, aunque se tiene la conjetura que una de las cartas está falsificada, y está fechada con el día 17 de septiembre de 1888.
VI. Oscuridad y Muerte en el Callejón
La siguiente víctima fue Elizabeth Stride, una mujer que fue encontrada sin vida en la calle Berner, junto al Club Educativo Internacional de Trabajadores. Elizabeth había sido cortada del cuello, un corte limpio de izquierda a derecha. Hubo dos testigos, ambos hombres, un judío y un caballero, que refieren haber visto a Elizabeth siendo abordada por un misterioso hombre con sombrero.
El sujeto se la llevó a un callejón, donde no se le vio más con vida.
Ante la inminente amenaza, los dos testigos optaron por retirarse. El portero del club fue quien encontró el cadáver de la mujer. La herida aún seguía brotando sangre, por lo que el portero avisó a las autoridades que, muy posiblemente, el asesino aún estuviera cerca del escenario del crimen. Se conjetura que con el arribo del portero, el homicida se vio frustrado ante su plan de mutilar el cuerpo, y tuvo que huir.
Uno de los testigos, el judío de origen húngaro llamado Schwartz, declaró ante los medios de periodismo su encuentro con el misterioso Jack el Destripador.
VII. Horror en la plaza Mitre
En esta ocasión fue en la esquina sur de la plaza Mitre, el 8 de octubre, cuando un agente de policía descubrió otra víctima de Jack el Destripador. La mujer se llamaba Catherine Edowes, era una mujer que se había separado de su marido y dejó a sus hijos. Vivía con otro hombre y los rumores referían que ejercía la prostitución, aunque nunca se comprobó.
Se le había visto con vida aquella misma noche en la celda de la comisaría Bishopsgate a causa de andar alcoholizada en vía pública. Se le dio el escarmiento de estar encerrada y después fue puesta en libertad, sin saber que ella sería la próxima víctima.
Esta vez el cuerpo fue mutilado: la garganta había sido degollada de izquierda a derecha. Su rostro fue machacado a cuchillazos, la oreja derecha también había sido cortada a la mitad aunque se deduce que el corte fue accidental. Sin embargo su vientre fue abierto por el canal, se le extrajo el hígado y su intestino fue colocado sobre su hombro izquierdo. No hubo testigos del ataque, y se cree que fue rápido.
Para causar polémica, el asesino arrojó un delantal -que pertenecía a la víctima- ensangrentado y había un mensaje escrito en la pared del edificio donde se encontró la evidencia: "los judíos son los hombres que no serán culpados por nada". El problema era que el mensaje fue escrito en un edificio donde habitaban judíos, por lo que se ordenó borrar de inmediato, sino habría reacciones violentas contra los judíos.
En el mensaje original, la palabra "judío" estaba escrita de la siguiente forma: "juwes", expresión que en realidad carece de significado, pero las autoridades atribuyeron el significado "judío".
Jack volvió a mandar otra carta a la policía, exclamando que en el siguiente asesinato cortaría la oreja de su víctima y se la enviaría a ellos, como una forma de burla y juego. Nunca llegó a suceder, pero sí otro. El líder del comité de vigilancia de Whitechapel recibió una carta, donde Jack aseguraba que el último asesinato fue "doble acontecimiento", es decir, era una continuación de lo que intentó hacer con Stride. En la carta había un trozo de hígado humano, y Jack aseguró que pertenecía a la última víctima. Frió el hígado y se lo comió, e hizo el gesto de "compartir el resto" con el líder de vigilancia.
El examen médico corroboró que efectivamente se trataba de un hígado humano.
Tras este acontecimiento los medios de comunicación esparcieron a nivel mundial los crímenes de Jack el Destripador, aunque lamentablemente distorsionaban algunos hechos. Incluso hubo gente que enviaba misivas asegurando ser Jack el Destripador, y enviaban cartas con amenazas. Pero la comparación de las letras determinaban que no se trataba del mismo sujeto.
IX. El crimen más siniestro
La siguiente víctima fue Mary Jane Kelly el 30 de octubre. Su asesinato, a comparación de los demás, fue el más siniestro y espantoso. Definitivamente la víctima no tuvo oportunidad de defenderse. La joven de 24 años era poseedora de una belleza atractiva, y sin igual. Estaba casada con un minero hasta que él falleció por una explosión en las minas. La viudez fue la causa de que tuviera una vida desperdiciada en el alcohol y se dedicó a la prostitución.
Vivía en el 26 de Dorset Street, en un pequeño cuarto asignado con el número 13 -como si la mala suerte se hubiera representado, a manera de presagio en aquel cuarto- ubicado en el primer piso de un edificio destinado a la renta de habitaciones, en compañía de un amante llamado Joseph Barnett. Tenían constantes peleas por su oficio de prostitución, hasta que decidió abandonarla.
Una ventana rota, del cuarto, servía para abrir la puerta, ya que Mary Jane había perdido la llave. Así, ambos podían ingresar a la vivienda rentada por un vendedor de velas. Cuando Joseph Barnett decidió abandonar a Mary Jane, ella no sabía cómo conseguir el resto del dinero que debía para la renta, además de deudas atrasadas con la renta. La noche en que Barnett la dejó, fue a un pub a tomar y volvió acompañada de un hombre de estatura baja, "con finta de extranjero" refiere una de las vecinas de las víctimas. Nadie escuchó los gritos de la víctima, pero si una voz que exclamó "¡Asesinato!" en la madrugada, pero nadie hizo caso.
John Mcarthy era el dueño del edificio, atendía su negocio de velas cuando solicitó a su asistente que fuera con Mary Jane a cobrar la renta y las deudas atrasadas. Pero cual sería el error del ayudante cuando se dirigió al cuarto y descubrió el cadáver de Mary Jane completa y horriblemente mutilado. De acuerdo con los oficiales, describieron el cuerpo "como si un tren la hubiera aplastado".
El cuerpo estaba semidesnudo, con el canal abierto, presentaba rasgaduras en la pierna derecha, desgarraron tanto la piel en aquella área que se podía contemplar el fémur. Los genitales habían sido destruidos, y del canal abierto fueron extraídos todos los órganos vitales. El estómago y los intestinos descansaban sobre la mesita de noche. El hígado se hallaba a un lado del cuerpo, junto con los senos que también fueron separados del pecho. La cara estaba irreconocible, había sido apuñalada, las orejas fueron cercenadas. Ante tal macabro hallazgo, se entrevistó a los vecinos, pero todos coinciden que no la escucharon gritar. Posiblemente la víctima conocía al agresor y la dejó entrar. Otra hipótesis, fue que el asesino aprovechó la ventana rota para introducir la mano y abrir la puerta, así como también aprovechó que la víctima descansaba, la tomó por sorpresa.
El corazón y parte de la matriz habían sido extraídos pero no estaban en la habitación, por lo que se dedujo que el asesino se llevó ambos órganos.
La muerte de Mary Jane significó el fin de los asesinatos de Whitechapel, al menos eso dio creer la prensa, puesto que ya no publicaban las cartas de Jack el Destripador. La misma prensa dejó de hablar de él, como si este último asesinato hubiera movido las fibras sensitivas y se decidiera dejar de mencionar al asesino.
Hubo muchos rumores: que el asesino se mudó de ciudad, que había fallecido en el río Támesis a manera de suicidio, o que permanecía encerrado en un asilo para enfermos mentales.
X. Un legado sanguinario
Su identidad, hasta la fecha actual, a 131 años de sus homicidios, aún permanece en el misterio. Según el registro de la policía, se detuvieron a un total de ochenta sospechosos, pero ninguno de ellos coincidía. Entre los sospechosos había carniceros, médicos cirujanos, barberos. La prensa pensaba que era una medida de desesperación para las autoridades ante la frustración de no poder detener al verdadero criminal.
Existieron más asesinatos después de Mary Jane Kelley, las víctimas también eran prostitutas. No obstante, no cumplían con el patrón del asesino serial. Algunas víctimas presentaban apuñaladas pero no tan profundas como para cercenar o destripar. Una mujer había sido hallada estrangulada con una soga, sugiriendo suicidio aunque había sospechas de homicidio, tampoco cumplía con el patrón establecido.
¿Quién fue realmente Jack el Destripador? Es una pregunta que arroja más preguntas en vez de respuestas concretas. Incluso existen conjeturas que el asesino pudo haber sido una mujer, en otras apuntan que Jack el Destripador fue un invento de la prensa para justificar los atroces asesinatos de mujeres prostitutas en Whitechapel. La mayoría apunta a un médico cirujano, por el hecho de saber realizar los cortes de los órganos necesarios, resentido con la figura femenina y los asesinatos era su modo de vengarse. El fantasma de Jack el Destripador sigue vigente en el título de los asesinos seriales jamás atrapados.
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