Entre las historias y leyendas sobre lugares embrujados, pareciera que los establecimientos religiosos son los que más se prestan para este tipo de ambientaciones. Un lugar sagrado que se presta para la oración y el encuentro con Dios, es a la vez un atemorizante escenario que en la noche genera inquietud.
El siguiente lugar de nuestra guía turística del infierno se trata de un convento en la Ciudad de México, ha sido caracterizado por una singular leyenda que hoy en día continúa. El convento de la Concepción se localiza en el Centro Histórico de la ciudad, sobre la calle de Belisario Domínguez, como referencia frente a la Plaza de la Constitución. Fue fundado por el arzobispo Fray Juan de Zumárraga en 1540.
El convento es escenario de un macabra leyenda que sobrevive a nuestros días, y que se puede leer de manera completa en nuestra sección de leyendas.
Entre las monjas fue enviada la joven María Gil, proveniente de una familia acaudalada que descubrió su romance con un joven de apeído Arrutia, un humilde joven que vivía en la pobreza pero la bella María amaba por su corazón.
Los hermanos Gil se opusieron a la unión, no podían permitir que su hermana amara a un pobre. Contactaron a Arrutia y a cambio de una fortuna lo convencieron de que se marchara de Nueva España y no volviera a ver a María nunca más. Mientras que a ella la obligaron a ser monja en el convento de la Concepción.
Con el corazón destrozado, la joven no se reponía de su mal, era increíble que aquel joven que juró amor ahora la había abandonado. La depresión la atacó, y poco a poco moría anímicamente. Dejó de comer, permanecía encerrada en su celda hasta que descubrió el árbol de durazno que había en el patio del convento.
Sin que nadie la viera, fue a media noche y ató una soga entre las gruesas ramas. Procedió a suicidarse y al día siguiente las monjas encontraron su cuerpo sin vida, colgado del cuello mientras el viento empujaba su cuerpo. Retiraron el cuerpo, pero noche tras noche las monjas evitaban pasar por el árbol de durazno, pues aseguraban que veían el cuerpo de la hermana María Gil, balanceándose debajo de las ramas, colgada del cuello.
Reportaron la situación y la madre superiora ordenó que ninguna monja debería pasar de noche cerca del árbol de durazno. A media noche era cuando ocurría el suceso.
Hoy en día existe el convento de la Concepción, si bien ya no es un convento, funge como iglesia y todavía es común escuchar la leyenda del fantasma de una monja que se suicidó por amor.
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