Leyenda: El Puente del Cuervo


La calle Tercera de República de Colombia, que forma parte de la gran Ciudad de México, existió un puente pequeño que servía para atravesar el arroyo. Cada noche de viernes, a la medianoche hacía su aparición una extraña ave negra que se posaba sobre el pasamanos del puente de piedra. La gente atemorizada, que debía cruzar el arroyo, preferían mejor bajar del puente y caminar sobre las piedras que tener que encarar al lúgubre cuervo. La sombra del animal se alargaba sobre el puente luciendo majestuoso pero a la vez imponente. "¡El Diablo!" gritaban alarmados y huían. 
  Algunos testigos mencionaban que el cuervo alzaba su vuelo y se dirigía a la derruida y abandonada casa de Don Rodrigo de Ballesteros, un repulsivo anciano que habitó tiempo atrás aquella finca ubicada anteriormente a espaldas del Colegio de los Jesuitas. 
   Pocos se atrevían a terminar de ver el destino del cuervo, y si lo hacían era por necesidad. El ave llegaba al balcón principal, donde una misteriosa silueta aguardaba. El cuervo se posaba sobre su mano, pero quién no daría un grito al descubrir que la mano carecía de todo vestigio de carne humana, sino mas que huesos con piel seca adherida. Una tenebrosa calavera esperaba al ave, graznando al ver a la diablada aparición.
   Los testigos huían al ver la macabra escena. La gente del pueblo comentaba tanto de la aparición del cuervo como del espectro de la casona del "excomulgado" que así se conocía al antiguo propietario de la finca. ¿Por qué el cuervo se dirige ahí? 
   En el siglo XVI, Don Rodrigo de Ballesteros había sido capitán de arcabuceros de los reales ejércitos. Fue herido en combate en la guerra de San Quintín en España, y por eso su caminar era tan peculiar. Por la increíble hazaña, fue premiado por el rey Felipe II a una encomienda en lo que se conoce como Azcapotzalco. 
  Construyó su finca y vivía rodeado de criados además de sus mascotas: perros y gatos. El viejo era tan desagradable físicamente como en personalidad. Tenía estrabismo lo que producía que las personas cercanas contuvieran la risa, debían hacerlo ya que sirvió para el ejército real. Quizás por este defecto el hombre era déspota e irascible con sus criados. Detestaba a los niños y no asistía a misa, provocando habladurías en los habitantes. "El excomulgado" decían a sus espaldas cuando recorría las calles el anciano repulsivo. Con su lento andar y apoyando su vieja humanidad sobre un bastón. Desde su llegada a la Nueva España, Don Rodrigo renunció ir a misa y eso desató los rumores sobre tratos con el Demonio. 
   Cualquiera que pasara por su casa se escuchaban los gritos del anciano maltratando a los sirvientes. Pero era más el escándalo que se escuchaba de jarrones  y cristales dañados. "¡Amo, el Diablo rompió el jarrón!" gritaban aterrorizados los criados, mientras que el viejo Don Rodrigo respondía: "Si lo rompió el Diablo, está bien". Nadie podía reclamarle a su favorito. 
   Así fue nombrado el ave negra que revoloteaba en el interior de la finca y solo resaltaba la imagen sucia y desaliñada de Don Rodrigo de Ballesteros. La gente aledaña pensaba que se trataba del mismo Demonio, sumado con el hecho de que no asistía a la iglesia. Pocos conocían que en realidad era el cuervo.
   Las fiestas en la casa eran comunes, escandalosas y adulteras. Los vecinos reportaban pero las autoridades no podían hacer nada al saber que era protegido del Rey Felipe II, aunque algunos pensaban que mas bien era allegado del mismo Lucifer.  
   Sin embargo todas las parafernalias se detuvieron el día en que el viejo Don Rodrigo desapareció de su casa. Los criados no daban ninguna respuesta al acontecimiento. Cuando las autoridades inquisitoriales ingresaron a la vivienda encontraron todo desordenado. Lo que hizo que sus corazones se congelaran fue ver las plumas  esparcidas en una habitación, una mesa sobre la que colgaba un cristo manchado de sangre además de presentar azotes. 
   Ante el hallazgo se confirmó el rumor de que el viejo Don Rodrigo había hecho un pacto diabólico y éste lo reclamo. Algunos mencionan que el mismo cuervo era un emisario de Satanás, mas nunca se supo la verdad sobre la desaparición del viejo, ni un solo rastro de él. 
   A pesar de que la finca quedó abandonada, los criados no regresaron y mucha gente prefería evitar la casa, hasta que una noche vieron de nuevo al maldito cuervo volando cerca del puente y de la casa, mientras que una espectral figura cadavérica recibía al ave desde su balcón principal.
   En el siglo XVII el puente y la finca fueron derribados y hoy la calle se conoce como Tercera de República de Colombia. Pero si alguna noche te animas a recorrer esta calle es posible ver a un cuervo vigilar a los transeúntes.  
   

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