"Ojos claros, serenos,
si de un dulce mirar sois alabados,
¿por qué si me miras, mirais airados?
Fragmento del poema "Ojos Claros y Serenos" de Gutierre de Cetina
Gutierre de Cetina fue un conocido poeta del siglo XVI, tanto en España como en la Nueva España, del cual se logra rescatar algunas de sus obras. De origen Sevillano, su talento lo desarrolla en la ciudad de Nápoles donde se vio fuertemente influido por la lírica. Sirvió al ejército de Carlos I en 1542.
Además tenía fama de conquistar cuanto corazón que escuchaba su más aclamado madrigal (verso lírico de origen italiano que se caracteriza por el uso de versos heptasílabos y endecasílabos) titulado "Ojos Claro y Serenos". La vida de este poeta romántico sería el origen de esta leyenda colonial, y justamente su tragedia sería el inicio de una aterradora historia.
Gracias a tu tío el contador Gonzalo López, el poeta sevillano Cetina conocía la Nueva España y volvió ahí en 1554. Su fama en las nuevas tierras se había extendido, y por supuesto que conquistó mujeres, pero una en especial que habría de traerla la desgracia: Leonor de Osma. Habitante de Puebla de los Ángeles, Leonor era una mujer infelizmente desposada con el viejo médico Pedro de la Torre, hasta que supo de la noticia en su ciudad que el poeta Gutierre de Cetina estaba de visita.
La mujer conoció al sevillano y de sus labios escuchó el clamor del madrigal al pie de su balcón. No había noche en que esta operación se repitiera pero algún día los engaños habrían de descubrirse. La vida del poeta cayó en manos de dos barbajanes, Gonzalo Galeoto y Hernando de Nava, hijo de Bartolomé Hernández de Nava, un aclamado conquistador y regidor de Puebla, y de Catalina Vélez Rascón mejor conocida como "La Rascona". Ambos atacaron al poeta sevillano que iba en compañía de su amigo Francisco de Peralta.
Ambos intentaron defenderse, pero vilmente y con cobardía los ruines sometieron a Gutierre de Cetina. Gonzalo Galeoto le provocó un corte en la cara con su espada y dejó otro corte en la frente. En cambio, Hernando Nava procedió acuchillarle la cabeza a su víctima dejándolo inconsciente. Peralta intentó salvar a su amigo pero en el acto fue golpeado por los dos criminales que huyeron después de dejar gravemente herido a Cetina.
El ataque ocurrió entre las calles 5 de mayo y Santo Domingo. Débil, Peralta ayudó a su amigo malherido a caminar hasta llegar a la posada donde se hospedada Cetina. Solicitaron la ayuda del galeno, pero quien diría que el mismo hombre que lo asistió se trataba de su rival de amores Pedro de la Torre. Auxilió al herido a pesar de que Peralta temía mas bien que fuera a provocarle la muerte ya que tenía conocimiento del amorío.
De la Torre logró mantenerlo con vida pero auguró que no duraría mucho tiempo a causa de la mortal herida. Se recurrió hasta a un supuesto curandero pero nada fue útil, Cetina falleció en su cama. Peralta no tenía intención de mantener su silencio y acudió a las autoridades para revelar la identidad de los asesinos. Las autoridades apresaron a Gonzalo Galeoto a quien ejecutaron con garrote. Mientras tanto Hernando Nava intentó huir y se refugió en un convento. Ni los santos, ni los monjes lograron impedir que llevaran preso a Hernando Nava.
La Rascona imploraba y también exigía que liberaran a su hijo, si no iba a hacer con dinero el amo de las tinieblas ayudaría en la encomienda, pero sus súplicas malignas fueron desatendidas. Hernando Nava le fue imputado el crimen del asesinato de Gutierre de Cetina. Como castigo le fue cercenada la mano de un solo golpe. Para exhibir su castigo, la mano fue colocada en una pica en el centro de la ciudad.
Enloquecida por la muerte de su hijo, que falleció por la hemorragia, la Rascona extrajo la mano de la pica y la llevaba consigo a todos lados, hablándole como si Hernando estuviera vivo. Se cuenta que la Rascona jamás superó la muerte de su hijo y eso la condujo a la demencia, proclamando que su hijo volvería de ultratumba y estaría con ella hasta sus últimos días.
Hasta la fecha el madrigal de "Ojos Claros y Serenos" aún persiste en nuestra época al igual que otros versos líricos de Gutierre de Cetina
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