En aquel entonces los indigentes o los cadáveres de presos eran donados para su estudio de la función del cuerpo. Aún así los estudiantes no tenían cadáveres para estudiar, hasta que surgió una forma de mercado muy estremecedor. Surgieron los "resurreccionistas" también conocidos como ladrones de cadáveres.
Así fue el caso de John Macintire, en Edimburgo de 1824. Despertó al sentir el golpe del cuchillo en su cuerpo, solo para percatarse que había despertado en un salón, dejando anonadados a los jóvenes estudiantes, que no podían creer ante "la resurrección" de John. Lo que había sucedido, en realidad, fue que mientras se había creído "muerto" a John, unos resurreccionistas lo habían extraído de la tumba y lo vendieron a estudiantes de medicina.
En aquel entonces los familiares empujaron al gobierno a crear una ley -anteriormente el delito solo se penaba con un día en la cárcel o una multa- que protegiera a los difuntos de los ladrones, pero esto no detuvo a los criminales, en cambio desarrollaron métodos cada vez más rapaces para lograr su cometido. Entre ellos era cavar un túnel cerca del cementerio y así ingresar a las criptas subterráneas.
Los familiares contrataban los servicios de los sepultureros como vigilantes (a fin de cuentas todo era un negocio redondo: los criminales roban y los empleados del cementerio se ofrecían como guardias a cambio de dinero), aunque en algunos casos el sepulturero también estaba inmiscuido.
Aumentó la estricta vigilancia de los cementerios, además algunos familiares mandaron a construir unas jaulas especiales que rodearan la tumba del fallecido y así impedir el robo, pero los resurreccionistas no se darían por vencido. Su siguiente método fue aún más bajo: asesinar indigentes y prostitutas. Eso sí, tenían sumo cuidado de no dañar "la mercancía", por lo que se optó mejor por asfixiar a las víctimas.
Si eso no era suficiente, se vendían "piezas" del cadáver ya sea la dentadura, el pelo etc. Se rumoraba que algunos médicos estaban asociados con los resurreccionistas, como pagar la fianza en caso de que quedaran presos aunque en la actualidad no está comprobada dicha información.
De entre los resurreccionistas más peligrosos, y a la vez más conocidos, fueron William Burke y William Hare, ambos inmigrantes procedentes de Irlanda y sus crimenes fueron conocidos en la ciudad de Edimburgo. La pareja de asesinos habían desarrollado un método que posteriormente sería conocido como "Método Burke" o "Burking" por los investigadores forenses. Consistía simplemente en obstruir las vías respiratorias, mientras Hare se encargaba de sujetar por detrás a la víctima, Burke se dedicaba a cubrir las fosas nasales con el dedo índice y el dedo corazón, el pulgar servía para empujar la barbilla. Era la forma de muerte más rápida y eficaz, además de no generar daños internos. Vendían los cadáveres de sus víctimas a escuelas de medicina con el objetivo de ser diseccionados.
Cuando los dos fueron capturados por la policía no había suficiente evidencia para culparlos, hasta que las autoridades optaron por sobornar a Hare y éste traicionó a su compañero. Hare fue liberado y Burke fue sentenciado a morir en la hora. De manera irónica, su cuerpo fue diseccionado en una escuela de medicina.
Tras los terribles acontecimientos, se decretó El Acta de Anatomía en 1832, en el cual declara que las escuelas de medicina tienen derecho a tener cadáveres para sus estudios vía legal. Los cuerpos serían donados.
Los crímenes de Burke y Hare inspiraron a R.L. Stevenson para escribir su relato "Ladrones de cuerpos" el cual tuvo su adaptación fílmica.
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