La Tenebrosa Calle de Zulueta


Existen fuerzas sobrenaturales, que provienen del Más Allá, con una firme intención y no descansarán hasta ver cumplido su acometido. La siguiente leyenda tuvo su origen en la calle de Zulueta, actualmente nombrada Venustiano Carranza. Aún existe el ex convento de San Francisco conocido en la anterioridad "Gran Convento de San Francisco". Una noche, a principios del siglo XVIII, uno de los frailes se disponía a ir a su celda cuando le fue asignada la tarea de encender la lámpara de aceite en uno de los corredores. Al hacerlo su corazón por poco se paraliza al descubrir que en el oscuro rincón salió una mano blanca como una hoja de papel, vestida con elegante manga de algún traje de la realeza, por si fuera más escabroso ver una mano espectral que sale de la pared, ésta sostenía una misiva. El joven fraile no pudo resistir la impresión y huyó del lugar para contar todo al Prior y al director encargado del convento. Ellos fueron testigos de la escalofriante aparición. El enigma circundaba sobre todo al intentar saber ¿por qué aquella aparición sostenía una carta? 
  El prior y el director intentaron hacer oración y bendecir para que la aparición se desvaneciera pero no funcionó. Incluso la orden de la Santa Inquisición acudió para deshacer la aparición. Los rezos, el agua bendita y el exorcismo no funcionó. La intención del brazo fantasmal era firme: entregar la misiva. 
   Uno de los franciscanos pensó en lo siguiente: recibir la misiva, y así la aparición se esfumaría. Él fue el primero en intentarlo, sin embargo, al acercarse a la mano vio con espanto como la mano se alejaba de él. El prior y el director interpretaron que el fantasma no entregaría la carta, a menos que fuera la persona "indicada" a quien buscaba. 
   Se ocurrió la idea de hacer formar a todos los miembros de la congregación y de uno a uno intentar tomar la misiva. Si la mano entregaba el documento ese era la persona indicada. 
   Uno a uno los franciscanos pasaron, hasta que uno de mayor edad fue su turno y cuál sería  su sorpresa que la mano soltó la carta frente a él. Se trataba del padre Servando Díaz quien tomó la carta y al leerla sufrió un infarto que lo derribó. Los hermanos de la cofradía jamás supieron qué decía la carta y por qué al padre Servando era el elegido. ¿Qué había de relación entre ellos dos? El Prior y el director se asignaron la labor de investigar los hechos; a través de antiguos registros descubrieron lo siguiente:  A mediados del siglo XVII, con la llegada del capitán Cristóbal de Zulueta, un noble caballero que realizó donaciones a la orden de los Franciscanos. Como primera muestra de su fe católica mandó a construir una convento franciscano sobre la calle que tiempo después llevaría su nombre. 
   El convento tendría nichos destinados a los descendientes de Zulueta, a pesar de ser una obra de caridad se trataba de una "compra al cielo". Al morir el capitán el seguimiento de la construcción pasó a manos de su viuda, que después de fallecer pasó a Doña Ana Aduna de Zulueta que residía en Nueva España y nombró al Licenciado Fernando de Silva como capellán de la iglesia. Éste debía viajar no sin antes recibir el consentimiento del rey. Pero se halló un obstáculo: un cortesano, un hombre que prohibió rotundamente el viaje del Lic. Fernando de Silva a causa de que él no consintió la unión matrimonial que llevaba en pecado con una mujer infiel. 
   Se encargó de solicitar un oficio, con el sello del rey, donde se expresaba claramente la prohibición de la salida de Fernando a la Nueva España y se le debería entregar el consejero Don Pedro García de Gálvez. Sin embargo, Fernando se negó a recibir el documento. 
   Presionado por la entrega, Don Pedro haría lo posible por entregar el oficio al sacerdote e incluso juró en nombre de Dios entregarlo o su alma jamás descansaría. Se mandó una orden estricta de impedir que el sacerdote Fernando saliera a la Nueva España y se ordenó mandar a ejecutar a todo aquel que ayudara al padre. 
   No obstante ni uno ni el otro se volvió a saber de ellos. 
    El director y el prior habían descubierto que el padre Servando en realidad era el padre Fernando que cambió de identidad para llegar a la Nueva España. Aquella aparición correspondía al consejero que al fin cumplió su misión y al fin el convento quedó librado del embrujo. 

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