La Ciudad de Chihuahua ha sido escenario de múltiples crímenes, principalmente desapariciones de mujeres. Pero nadie imaginaría el terror que acechaba en la colonia Desarrollo Urbano, cuando el 17 de noviembre, del 2015, los vecinos se horrorizaron al encontrar la extremidad de un cuerpo humano. Se trataban de piernas y brazos amputados localizados en el patio de una propiedad abandonada.
Pero eso solo fue el inicio de la pesadilla, cuando dos días después apareció el resto del cuerpo humano en el interior de una llanta de tráiler en un arroyo. Se trataba del torso y la cabeza. Sin embargo, en el interior de la misma llanta se encontraba la parte delantera de un triciclo para niños. Al principio se pasó desapercibido este detalle pero tendría relación con los siguientes asesinatos.
El cadáver correspondía al sexo masculino, identificado como Lorenzo Ernesto Olivas Barrios de 22 años. Él había sido reportado, por sus familiares, como desaparecido el 16 de noviembre.
Los familiares refieren que el joven salió a "comprar su cena" el 13 de diciembre del 2015 y jamás volvió.
Las autoridades policiales se alertaron al descubrir un segundo cuerpo a mediados del mes de diciembre. La escena del crimen era similar al anterior: un cadáver masculino, mutilado a la altura de las rodillas y oculto en el interior de una llanta de camión. Esta vez la parte del triciclo fue la trasera. Además el cuerpo fue hallado en el mismo Arroyo, cerca del punto donde se encontró al anterior, mientras que las piernas fueron encontradas envueltas en una cobija. La víctima era Daniel Alfonso Rodríguez, joven de 22 años, apodado "el Trota" con reporte de delito al intentar robar a un auto.
La investigación, realizada por las autoridades policiales, condujo al descubrimiento de un tercer cadáver masculino, esta vez sepultado en el cuarto de la casa abandonada, donde se halló el primer cuerpo. La víctima correspondía a Fernando Valles, un joven reportado como desaparecido por su hermano Jesús Valles, un joven en silla de ruedas que era cuidado por la misma víctima.
La denuncia de Jesús movilizó a la policía, pues el joven comentó que su hermano iba a visitar a un amigo de nombre Andrés Ulises Castillo Villarreal. El masculino era conocido por ser un narcomenudista de la zona de Desarrollo Urbano.
Cuando Jesús preguntó por su hermano, Andrés respondió que se había marchado y no lo volvió a ver. Jesús creyó que su hermano lo había abandonado. No obstante, el domicilio de Andrés era la misma casa abandonada donde habían aparecido los miembros mutilados de Ernesto.
La policía descubrió el cuerpo enterrado debajo del piso. Las facciones del cuerpo eran irreconocibles debido a los golpes contundentes que había recibido.
Las autoridades aprehendieron a Andrés el 6 de enero del 2016 en la colonia Vista Cerro Grande.
En la confesión de los homicidios, se confirmó que Andrés Ulises Castillo fue el autor responsable de los tres asesinatos, sin embargo está la sospecha de que pudo haber sido responsable de otros 20 asesinatos, todos ellos jóvenes masculinos de 20 años a los que mató a golpes en el cráneo.
Andrés Ulises distribuía mentafetaminas en las zonas mencionadas. Su modus operandi consistía en atraer a sus víctimas con venta de mentafetaminas. Una vez drogados, procedía a golpearlos en el cráneo hasta hacerles perder la conciencia. Aprovechándose de su estado, el homicida abusaba sexualmente de ellos y en seguida los asesinaba a golpes, con ayuda de un martillo, en la cabeza, hasta dejar irreconocible el cuerpo. El victimario tenía un joven cómplice: un adolescente que se comprobó era amenazado de muerte, para obligarlo a transportar los restos de sus víctimas. Andrés usaba la misma segueta con la finalidad de mutilar los cuerpos.
El "Descuartizador de Chihuahua" (como fue nombrado por la prensa local) fue sentenciado a 120 años de prisión.
Las autoridades piensan que también pudo haber sido responsable de otros asesinatos (20 en total) de jóvenes encontrados sin vida, con rasgos similares aunque sin presentar mutilaciones.
De lo que se puede deducir del caso, las partes del triciclo colocadas en el cuerpo, a manera de firma, si representa algo infantil apunta a la misma infancia del asesino.
Dejar el triciclo cerca de los cadáveres, hace pensar en la regresión del criminal, a un estadio de su infancia relacionada con una pulsión de muerte hacia lo que representa la víctima: un adicto.
Parte del historial del asesino, se revela que él fue víctima de un abuso sexual en su infancia. Aunque se desconoce la identidad del agresor, se deduce, en base al perfil de las víctimas, que pudo haber sido una persona intoxicada.
Esto nos habla también de un mecanismo de identificación de Andrés con su agresor sexual, apropiarse de esa misma violencia para ejercerla contra las víctimas que son sustituciones inconscientes del agresor sexual. Desplaza la pulsion libidinal de odio y lo vierte sobre los jóvenes.
El amenazar al adolescente, para obligarlo a trasladar los cuerpos, nos habla de la misma identificación con el agresor, donde Andrés disfruta del placer de controlar y someter a otro, así cómo también él fue objeto de goce de otro y ahora invierte el papel de someter al otro, hacerlo su objeto de goce.
Andrés Ulises Castillo es categorizado en el perfil de asesino serial.
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