Inaugurado durante el gobierno del general Carlos Diez Gutiérrez, en 1889, el Panteón Saucito fue construido cerca de una ermita conocida como Nuestro Señor de Burgos, que serviría para atender las demandas de los ciudadanos y tener un lugar higiénico debido a que los otros camposantos estaban contaminados por su descuido, además sería motivo de las festividades conmemorativas de la Independencia de México. El lugar alberga, en sus lápidas, figuras importantes de la clase politíca y clases sociales por lo que el panteón se halla dividido por clases sociales. En la actualidad, el cementerio aún se mantienen las lápidas de aquellos que partieron al otro mundo desde hace siglos. Sin embago es escenario de algunas leyendas potosinas, como la que a continuación está a punto de conocer.
Cada siglo, especialmente en el noveno año, al caer la noche se escuchan rezos y oraciones en el interior del panteón. Cuando uno intenta indagar por qué se escuchan plegarias a una hora tan tarde, lo mejor es alejarse de ahí a menos que uno esté dispuesto a presenciar una misa oficiada por ¡los mismos muertos!
Una de las principales testigos de este dantezco acontecimiento fue Doña Consuelo Melández, viuda de Hinojosa en 1909. Se disponía a visitar y orar la tumba de su esposo cuando la mujer huyó despavorida del camposanto. Fue auxiliada por el párroco de la localidad que al intentar calmarla, solicitó conocer la causa de tal horror en la viuda. Ella narró que solo había entrado al panteón del Saucito a visitar la tumba de su marido cuando fue sorprendida por extrañas plegarias entre las lápidas y monumentos a los difuntos. Desconcertada, se cuestionaba que hacía una misa a esa hora de la noche en el panteón y quizás se trataba de un entierro. Su peor decisión fue al reconocer a los responsables de la misa como las ánimas del purgatorio. No podía creerlo, ¡los muertos caminaban en dirección a una tumba y uno de ellos, con vestimenta de sacerdote, oficiaba una misa!
La viuda temió perder la razón hasta que el cura logró calmarla y compartió con ella, no solo la certeza de que no se trataba de una alucinación, sino la historia de por qué los difuntos salen a realizar una misa. Y es que oran alrededor de la tumba de Don Rodrigo de Quevedo. He aquí esta leyenda que explica el origen de la macabra misa que se oficia en el Panteón Saucito:
Durante el siglo XVI, Don Rodrigo de Quevedo era descendiente de Hernán Córtez y llegó a tierras potosinas con la finalidad de saciar su ambiciosa hambre de oro. Poco, o mejor dicho, no le importó explotar y acabar con la vida de indígenas esclavizados. Todos eran obligados a trabajar en las minas de manera incansable y algunos fallecían a causa de las terribles condiciones como falta de comida y sueño.
Pero uno de los actos más atroces que realizó Don Rodrigo fue mandar a desviar un canal de agua hacia la mina, sin importar que hubiera esclavos todavía laborando en su interior. Se llegaron a perder vidas humanas, pero Don Rodrigo solo tenía en mente encontrar el oro que se le prometió en las tierras potosinas.
Después del terrible suceso, Don Rodrigo se arrepintió de haber acabado con cientos de vida. Su vida se convirtió en un tormento y se entregó a una vida altruista. Ayudaba a los menos afortunados con alimento y ropa como una manera de disminuir su culpa y mostrar arrepentimiento hasta que finalmente la muerte lo reclamó.
Antes de fallecer, indicó en su testamento que para entregar su fortuna a sus descendientes debían reunir a los familiares de las víctimas que él afectó durante su período de fiebre de oro y oficiar misa de difuntos en su nombre. La faena no era nada sencilla, la viuda de Don Rodrigo intentó contactar algunas de las familias, pero muchos de ellos se negaron a participar o habían fallecido algunos familiares.
La petición de Don Rodrigo no se vio cumplida. Se sabe que en la construcción del Panteón Saucito se habían exhumado algunos restos de difuntos y fueron trasladados a este camposanto, entre ellos a Don Rodrigo de Quevedo.
Las ánimas que se aparecieron aquella noche de 1909, y que por desgracia la viudad de Hinojosa fue testigo, son en realidad los descendientes de aquellos que perecieron bajo el mandato de Don Rodrigo de Quevedo.
El cura le explicó a la aterrorizada mujer que se deben cumplir nueve misas cada cien años para que al fin el alma de Don Rodrigo encuentre el descanso eterno.
Usted, ¿se animaría a entrar al Panteón Saucito a presenciar la Misa Macabra que ahí se celebra? Quizás piense y diga que faltan años para que aparezca que la Misa Macabra resurja entre las tumbas, pero permita comunicar que ha habido algunos testigos que aseguran haber escuchado las macabras plegarias en fechas no correspondientes. Además, en el 2019 las autoridades recogieron el cuerpo sin vida de un hombre desconocido que se hallaba sobre una de las lápidas. ¿Acaso presenció la Misa realizada por las ánimas?
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