Sebastián desea alejarse de los humanos, esos seres que percibe como sombras que algunas veces emiten sonidos tan agudos que lo lastiman hasta las lágrimas. Anhela escapar de aquellas palabras que, sin ser agudas, lo han herido más allá de sus oídos: las del rechazo por ser distinto, por tener una vista nublada ante los vivos y clara ante los muertos; por ocultarse del sol y vivir en la noche... y por haber arrancado una vida a cambio de la suya. Sebastián prefiere cerrar los ojos, viajar lejos de este mundo al que siente que no pertenece y dejarse llevar al escuchar las historias de las únicas voces que su oído soporta, las de los muertos destinados a vagar por siempre en la tierra. Ha logrado ver mundos terribles y bellos; tiempos y lugares remotos; túneles e iglesias de tortura; y al llegar al sueño profundo, se ha encontrado a menudo con una hermosa bruja que mueve algo muy profundo en su ser. Ella. La prohibida. Dos cuerpos que en la distancia se tocan, se comen, prometen madrugadas llenas de sueños que contar...
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