Infierno: los diferentes caminos


La palabra infierno tiene sus raíces en el latín inférnum, que significa de bajo o subterráneo, lo cual se asocia la idea de que el infierno se encuentra debajo de la tierra y cobra significado por la ubicación de colocar a las personas que han infringido una ley impuesta por una deidad. De acuerdo con el Catecismo de la Iglesia Católica de 1997, el infierno corresponde a una de las cuatro postrimerías del hombre (muerte, juicio, infierno y gloria). Un mortal que ha cometido pecado mortal su alma se condenaría a ir al infierno después de su estancia en el purgatorio. Este lugar, de plano espiritual, el alma pagaría su condena con sufrimiento por cometer atrocidades como homicidio, violación, robo, entre otros pecados que para los mandamientos su realización implica algo mortal y esta condena es eterna, sin posibilidad de salvarse y que implica el rechazo de la comunión con Dios. Algo interesante que menciona este artículo del catecismo describe el infierno como un “estado de autoexclusión definitiva de la comunión con Dios y los bienaventurados”. Esta frase nos indica que el infierno no es precisamente un lugar, sino un estado donde el sujeto se excluye de la unión que tiene con Dios. Esto nos proporciona un sentido del infierno, en la que no es necesario morir, sino que en vida se puede experimentar este estado al estar separado de Dios por decisión propia. Infierno también puede emplearse de manera coloquial para describir situaciones de sufrimiento en vida que han generado una situación de desamparo en el sujeto, como lo es la Guerra, un desastre de la naturaleza, accidentes, secuestro, todo aquello que conlleve a experimentar un estado de sufrimiento subjetivo del sujeto que si retomamos la descripción del artículo, se está separado de una figura protectora. 
   

Mientras tanto, la creencia en el infierno como plano de sufrimiento espiritual, ha sido usada por las religiones para contener y prohibir la ejecución de actos que conlleven a perjudicar a otros, como también limitar ciertas formas de goce que moralmente pueden ser consideradas como “pecado”. La creencia ha servido también para implementar socialmente lugares que condenen actos que perjudiquen a los civiles, con la diferencia que de acuerdo con el delito es la condena que se paga, marcando diferencias.
    Según la religión, es el tipo de infierno que le corresponde al alma, varían los castigos dependiendo el pecado. 
    

Hades: En la mitología griega, Hades hace referencia a la morada de los muertos, como también al dios que habita ahí, hijo de Cronos y Rea. Fue herencia de la filosofía atribuir que, tras la muerte, los hombres eran recompensados o castigados. El hades era descrita como un lugar oscuro y sombrío, la manera de llegar a él era navegar por cinco ríos: Aqueronte (río de la pena), en él Caronte era un barquero que ayudaba a las almas a transportarlas siempre y cuando se le pagara con un óbolo, moneda que se debía dejar en los ojos del difunto durante su funeral. El segundo río era Cocito, el río de las lamentaciones compuesto por lágrimas de ladrones, ese era el destino de las almas que no podían pagar. El tercero era Flegetonte, río de fuego que no consumía combustión. El cuarto río era Lete, el río del olvido. Sus aguas provocan amnesia a todo aquel que lo beba, se creía que este río se le daba a las almas antes de reencarnar. Por último, el río Estigia, el del odio que servía como frontera entre el mundo de los vivos y muertos. El final del río Caronte era custodiado por un enorme perro llamado Cancerbero, ahí se hallaba el camino que conduce a los tres jueces de los muertos: Minos, Radamantis y Éaco. Si las almas habían sido malvadas como asesinos, ladrones, incluso delincuentes con o desafiantes con los dioses, eran enviadas al tártaro, que se encontraba en la parte más honda y oscura de la tierra, lugar donde también se contenía a los Titanes desterrados por los dioses del Olimpo. De acuerdo con su crimen, era el tipo de castigo, como Ixión el primer asesino de su suegro, condenado a estar atado y girando en una rueda en llamas.
     Gehena: en hebrero significa “Valle de Hinom” y está inspirado por un valle cerca de Jerusalén, donde se adoraba al dios Moloch al que le dedicaban sacrificios de niños quemándolos vivos, posteriormente fue usado como lo que conocemos “vertedero” donde arrojaban restos de animales y criminales para ser incinerados. Los judíos pensaban que ese valle era la entrada al Gehena al ser un lugar donde se arrojaban a los pecadores como basura, a diferencia del Hades que se estaba debajo de la tierra. En la religión judía, el Gehena es el infierno para los pecadores, pero lejos de ser tormento prolongado purifica las almas y según la gravedad del pecado pueden permanecer un año o toda la eternidad.
       Yahannam: corresponde al infierno del Islam mencionado como una bestia que increpa a los pecadores. El Corán menciona que Alá juzga las almas de los muertos, los condenados al Yahannam eran los descreídos y los que no son fieles al Islam. Se debía atravesar un puente que conduce al Yana, el paraíso. Los condenados caían del puente a un lago de fuego. Se compone de 7 niveles, cada uno asignado a un pecado: Yahim, lago de fuego, Yaliya, para los idólatras, Sa’ir para los adoradores del fuego, Saqar para los ateos, Ladha para los judíos, Hawiya para los cristianos y Hutama, para los que no son devotos. Cada nivel tiene su propia tortura y la finalidad del Yahannam es purificar las almas de sus pecados para que puedan trascender. Es custodiado por un ángel llamado Malik que a su vez cuenta con guardias. Entre los castigos, está el Zaqum, un árbol espinoso que los condenados deben consumir sus frutos amargos, que son cabezas de demonios que al momento de comerlas generan tormento y dolor. 
          

Helheim: en los mitos nórdicos, el Yggdrasil es el árbol de la vida y en sus raíces hay niveles profundos de los cuales está Helheim, el infierno y corresponde al hogar de Hela, hija de Loki que en compañía de Garm, una bestia canina que ayuda a custodiar. Lo similar con el Yahannam es que según el pecado es el castigo seleccionado. Por ejemplo, el Nanstrand era una playa habitada por las almas de asesinos, mentirosos, personas que cometen perjurio y los viles. Las aguas absorbían los fluidos de los condenados mientras que las paredes tenían serpientes que arrojaban veneno generando un gas mortífero.
        Narakas: significa “de humanos” en la religión Budista y es el inframundo de entre los seis reinos, el cual este genera sufrimiento. A diferencia del infierno cristiano, o como se vio en las religiones orientales, no se castiga, sino “que se nace”. Un alma que se ha dejado guiar por sus malos pensamientos paga un karma negativo y debe permanecer ahí hasta que se purifique y pueda reencarnar. Los vivos pueden ayudar a las almas con méritos. Lo que tiene en común con los anteriores infiernos es que también es subterráneo. Se compone de 16 niveles, ocho Narakas fríos y ocho Narakas de fuego, con sus respectivos castigos. Por ejemplo, el primer nivel es un lugar sombrío y congelado, donde se nace siendo adulto. En cada naraka, las temperaturas descienden intensamente provocando que revienten ampollas, se congele la piel y se rompa el cuerpo. En cambio, los narakas de fuego tienen castigos que implica torturar con acero ardiente, armas de combate donde los condenados pelean entre sí, se recuperan y de nuevo pelean. Además del intenso calor, los condenados son mutilados por demonios de lama, aplastados por montaña, incinerados en refugios o empalados. 
       El infierno cristiano retoma algunas representaciones de las otras culturas, como situar el infierno debajo de la tierra y relacionarlo con lama y fuego. Los condenados pagan sus pecados al ser torturados por demonios y es custodiado por Lucifer. En la novela “La Divina Comedia” de Dante Alighieri, el mismo como personaje es guiado por el espíritu del poeta Virgilio que lo guía por el infierno. Es en el canto XI que describe la estructura del infierno, se compone de nueve círculos, cada uno destinado a diferente pecado, sobre todo los 7 pecados capitales, incluyendo aquellos que desconocen la doctrina de Jesucristo sin importar las buenas obras hechas en vida. En el primer nivel están las personas que no fueron bautizados, pero no reciben castigo. En el segundo, los lujuriosos son empujados a una tormenta. En el tercero, los hombres regidos por la Gula son castigados siendo devorados o atacados por demonios. El cuarto está destinado a los codiciosos, junto con los ávaros son obligados a cargar el peso de las riquezas que han acumulado. Los perezosos e iracundos se ahogan en un lodo en el quinto círculo. En el sexto círculo, los herejes son enterrados en sepulcros en llamas, que representan la hoguera tras ser incinerados como pena de muerte. Las personas violentas como asesinos, bandidos, violadores de sí mismos o de otros son condenados a ser hervidos en un río de sangre con temperaturas elevadas. El octavo círculo se compone de diferentes fosas donde van a parar todo aquel que haya cometido fraude y clasifica entre proxenetas, seductores, aduladores, magos, malversadores, hipócritas. Según el pecado es el pozo donde se hunden, por ejemplo los aduladores están en un río de excremento. Y finalmente el noveno círculo es reservado para los traidores.
       La creencia en el infierno tiene la función social de regular comportamientos dentro de una doctrina, generando angustia en los creyentes del culto para inclinarse hacia una existencia espiritual más armoniosa, sirve como prevención para eludir comportamientos que pudieran manchar el alma, aunque desde la doctrina dogmática se puede también castigar conductas que no necesariamente implican un delito grave, como en el caso del Limbo en la Divina Comedia, que describe ahí se encuentran las almas que no conocieron la doctrina cristiana, sin importar sus buenas acciones están ahí por desconocer a Dios. 

         Algunas religiones como el Islam, la nórdica, el budismo, es de llamar la atención la manera en cómo sitúan el infierno debajo de la tierra, simbolizando que “lo peor de la humanidad permanece por debajo de lo ideal”. Los deseos relacionados con el daño a un tercero, desafío de autoridad, todo impulso que se manifiesta a través de una conducta que socialmente es inaceptable, permanecen “debajo de nosotros”, es decir, debajo de la conciencia, como la parte más primitiva debe permanecer en lo más hondo de nuestro ser y ser castigado por experimentar tales deseos. También llama la atención la forma de reprender “a los pecadores”, por medio de la tortura. Se eligen medios sádicos para castigar, ¿acaso la violencia no estaba condenada en la Divina Comedia? Pues el que castiga no es humano, es un demonio asignado a esta función. Si trasladamos la creencia del infierno en nuestra vida propia, los demonios castigadores abundan en nuestra conciencia, empleando métodos sádicos para reprender o “purificar” ese impulso. Si justamente se castiga la propia violencia, esta se puede emplear por un acto moral. El infierno propio, como lo describía el catecismo, mas que un lugar es un estado, en este caso un estado de conciencia en que se atormenta un impulso reprobable y sufrir con eso. 
   
  



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