Jesús Constanzo: El Terror Satánico detrás del Crimen Organizado


Originario de Miami, Florida (E.U.) Adolfo de Jesús Constanzo González nació el 1 de noviembre de 1962, su madre, Delia Aurora González del Valle, sólo tenía quince años cuando se embarazó. Sus padres eran inmigrantes de Cuba  que habían huido de la revolución de Castro. Se trasladaron a Miami donde nació Jesús Constanzo. 
   En su primera infancia, su padre falleció lo que motivó a Delia a trasladarse, junto con su madre, a Puerto Rico. Tuvo otros hijos, pero de diferente pareja. En Puerto Rico conoció  a otro hombre de nivel económico más elevado y formó una relación conyugal con él. Adolfo creció más con esta figura masculina y poco después también lo perdería a la edad de 10 años. 
     Delia formaba parte de un culto conocido como Palo Mayombe, que es la contraparte de la Santería. Las prácticas están enfocadas a la magia negra, es decir, a dañar o destruir a los enemigos y se recurre a uso de partes de miembros extraídos de cadáveres y sacrificios para obtener los favores, que va desde animales como gallinas e incluso seres humanos. La madre de Delia también formaba parte de este culto. La mujer involucró a su hijo Adolfo a este culto y creía que él estaba destinado a ser un gran brujo. 
   

Tras la muerte de su pareja, la pequeña familia regresó a Miami y tuvo hubo una nueva pareja de la que tampoco se pudo sostener una relación estable. Los vecinos de la zona, de origen cubano, estaban familiarizados con las prácticas de Palo Mayombe que realizaba Delia por lo que tendían a evitarla. En Miami, Delia ofrecía sus servicios como "palera" y llegó a tener varios clientes. 
   Adolfo no sólo creció con este ambiente, su madre le transmitía sus conocimientos y él llegó, en verdad, a creer que era un brujo. Comenzó primero a  guiarle clientes a su madre y después era considerado un médium al que se le llamaba a sesiones de espiritismo. Incluso podía vaticinar el futuro mediante los astros. 
    A sus catorce años ya era considerado un brujo y gracias a esto empezó a ganar influencias, al grado de que a esa edad tuvo su primera relación sexual con una mujer mayor a la que embarazó y tuvo un hijo de él. 
   En 1983, Adolfo tenía 21 años cuando su madre y él se mudan a la Ciudad de México. El joven brujo ya había ganado contactos en Estados Unidos y eso contribuyó a que en el país mexicano recurrieran a él más personas. Su atractivo físico ayudó a que fuera modelo y ganó más influencias. Entonces persoans del mundo politíco y algunos empresarios comenzaron a recurrir a él para conocer su futuro y saber, especialmente, como asegurar su éxito financiero. Su nombre fue sonado hasta que llegó a oídos de bandas criminales, entre ellos Narcotráficantes y también acudieron a sus servicios. 
   Sus ingresos habían aumentado, no sólo lo consultaban criminales, también agentes de policía. De alguna manera ganó confianza con algunos de ellos. Su madre vio que Adolfo estaba en la cumbre del éxito, pero eso no fue suficiente para ella, él debía cumplir con su designio de ser el brujo más poderoso y para eso lo envío a estudiar con un brujo experimentado conocido como "el Grande". Perfeccionó sus rituales gracias a él y ganó el apodo de "el Padrino". Dentro sus prácticas integró uno de los rituales más perversos de este culto: los sacrificios humanos. 
   El Padrino había ganado adeptos para su culto gracias a sus habilidades para embelesar a las personas y manipularlas, en parte contribuía sus rasgos físicos de modelo. Tanto hombres como mujeres quedaba prendados de él, hasta que un día conoció a Sara María Aldrete Villareal en 1985. Ella es originaria de Matamoros, Tamaulipas y es . Estudió la carrera de Antropología en Texas y entre sus parejas figura Serafín Hernández Junior, un narcotraficante. 
    Sara tenía una inclinación hacia el ocultismo y temas de brujería, en su libro "Me dicen la Narcosatánica" asegura que posee un sexto sentido que le permite percibir fenómenos que otros usualmente no, entre ellos ver espirítus de personas fallecidas. En esa misma autobiografía publicada en el año 2000, describe su encuentro con Jesús Constanzo. 
   Ella conducía cuando un Grand Marquis comienza a seguirla y le insiste en detenerse. Asustada, la joven intenta huir hasta que es abordada por el mismo "Padrino" quien la persuade y la impresiona con su belleza y sus collares de santería. Él se presenta como el amor de su vida y presagió que el negocio turbio de su esposo acabaría mal, situación que se cumplió, además Serafín Hernández tenía conocimiento de Adolfo de Jesús Constazo y también quedó fascinado por sus conocimientos, sin saber que todo era un plan urdido para que él tuviera un poco de poder en el negocio del tráfico de drogas. 
    Serafín Hernández Junior provenía de una familia involucrada en el tráfico de drogas y licor, uno de sus tíos era conocido como "El pequeño Elio" que se enfocaba al contrabando de autos y desarmar a otros grupos para ganar poder. El plan de Jesús Constanzo era hacer que estos se uniera a su culto y obviamente tener ganancias al por mayor. Para esto impresionó a Sara al mostrarle una residencia de lujo en Nuevo León, Monterrey. Se trataba de una finca que en una de sus habitaciones contenía una caja de seguridad del tamaño de un cuarto y ahí ella fue testigo de cómo guardaban millones, joyas y lingotes de oro. Además, dentro de la residencia había obras de arte con valor adquisitivo mayor.. La intención era convencer, por medio de Sara, que Serafín  y su tío se unieran al saber que esas ganancias era a consecuencia de rendir a los espirítus y al nganga, una cazuela donde vertía sangre humana para alimentar a las entidades que él rendía culto.
    Adolfo había introducido a su nueva amante al mundo del Palo Mayombe, la involucró con los sacrificios haciéndola participar en torturar a las víctimas y después matarlas para usar su sangre al nganga. El siguiente paso fue ganarse la confianza del Pequeño Elio. Usó a la misma Sara para atraerlo, seduciéndolo. Éste quedó convencido de que necesitaba la ayuda de un brujo para evitar la disgregación familiar y mantener el poder. 
   

Para mantener a su lado a Sara, Jesús Constanzo le realizó un ritual de iniciación, la invitó a desnudarse y le pidió mantener los ojos cerrados mientras él la pintaba con simbolos de protección usando sangre de un gallo, con esto aseguraba que la mantendría protegida de sus espirítus. El mismo ritual le fue aplicado a el Pequeño Elio, sólo que a él le infringió cortes con símbolos de proteción. Poco después, Constanzo presentaba a Sara como su esposa delante de sus empleados y cómplices, mientras que a Elio le consiguió contactos mexicanos para incrementar sus riquezas, obviamente debía ceder una parte de sus ganancias a Constanzo. 
     Gracias a su atractivo físico, también llamaba la atención de jóvenes homosexuales a los que convertía en sus aliados del culto o peor aún, sus víctimas. Para esto contaba con dos cómplices, el primero era Omar Orea Ochoa al que apodaba "la Dama de Constanzo", mientras que el segundo era Martín Quintana Rodríguez "El Hombre de Constanzo". Entre las víctimas figura Ramón Esquivel "la Claudia" un trasvesti que se dedicaba a vender antigüedades en la Zona Rosa de la Ciudad de México. Entre su mercancia se aseguraba que vendía robado. Tuvo contacto con Constanzo. Un día que se habían reunido culminó en una acalorada discusión que terminó en una pelea. La Claudia intentó romperle una botella en la cabeza de Constanzo, pero Martín "el Hombre de Constanzo" lo detuvo y lo condujo a un departamento que le rentaba a la Claudia, un cuarto de "servicios". 
    La bañera fue el escenario del terrible homicidio, Martín asesinó a la Claudia y destazó su cuerpo en tres partes y distribuyó los restos en un terreno baldío. Posteriormente, la policía encontró los restos. 
     Uno de sus planes provocó que por poco sea atrapado. Ocurrió en el año de 1988. El turbio negocio del tráfico de drogas había traspasado la frontera de México y el cargamento, con un valor de 20 millones de dólares, estaba destinado a ingresar por Houston, Texas. Sin embargo, el plan no salió como esperaba, los agentes de la justicia le habían tendido una trampa y estuvieron a punto de capturarlo. Para lograr escapar se vio obligado a abandonar el cargamento. Además, las autoridades habían encontrado un altar con velas arómaticas. 
    Entre las propiedades de Constanzo figura el rancho Santa Elena en Matamoros. En realidad el terreno pertenecía al Pequeño Elio, pero a través de sus manipulaciones, Constanzo pudo hacerse del lugar destinado a los sangrientos rituales de Palo Mayombe y ahí depositaba el diabólico nganga que tantas veces fue objeto de derramamiento de sangre en los sacrificios. Los sacrificios servían, según Constanzo, para proteger los negocios de la familia. Pero desde que fueron sorprendidos por las autoridades en Houston, Texas, convenció a sus cómplices que deberían sacrificar a una víctima "inglesa" para que los espirítus de los blancos pudieran protegerlos en la frontera. 
    Era el año de 1989, se aproximaban las vacaciones de primavera y un Spring Break de varios jóvenes de atravesarían la frontera entre Estados Unidos y México para vacacionar. Ese sería el momento adecuado de Constanzo para obtener la víctima de sacrificio. 
   

15 de marzo, 1989. Mark Kilroy era un estudiante de medicina, originario de Sta Fe. Viajó a Mamotoros en compañía de tres de sus amigos. Habían asistido a eventos donde lograron embriagarse, convivir y ver mujeres. Eran las 02:00 de la madrugada. Mark y sus amigos estaban dispuestos a volver a Estados Unidos, solo tenían que atravesar el puente que une ambas fronteras. Al igual que él había muchos jóvenes estadounidenses, universitarios en su mayoría, que caminaban en grupos. Pero entre la gente había un mexicano llamado Sergio Martínez que se presentó ante Mark. 
   Los amigos del estudiante de medicina solo lograron escuchar que el desconocido invitaba a Mark a pasear. Los humos del alcohol contribuyó a que evadiera una negativa y terminó arriba de la camioneta de aquel desconocido. Aquella madrugada sería la última vez que los amigos de Mark lo volverían a ver...
   El joven invitado comenzó a inquietarse, algo no estaba bien. Aprovechó el momento en que el conductor se detuvo a orinar y descendió rápido del vehículo, esquivando a sus raptores. Su huida se vio frenada al descubrir una camioneta que todo este tiempo lo ha estado siguiendo. Mark no tuvo escapatoria y fue capturado por los pasajeros de la camioneta que lo amenazaron con una navaja. 
   Se hospedaron en el Hotel del Prado, el joven estudiante intentó huir y nuevamente fue frustrado. Mientras tanto, sus amigos se habían preocupado por su ausencia. No había rastros de él en el puente y volvieron a la pequeña ciudad para buscarlo. Al no encontrar ningún rastro, acudieron al MP para levantar una denuncia por desaparición y reportaron a sus padres, los señores Kilroy, sobre lo acontecido. 
    Mark había sido trasladado al rancho Sta Elena. Lo habían obligado a permanecer esperando en una hamaca, sentado mientras transcurrían las horas. Un anciano le preparó un desayuno. No había posibilidad de escape, el rancho estaba custodiado por hombres armados. Poco después fue atado de manos y pies, le taparon la boca con cita y lo condujeron a una barraca donde procedía un grotesco olor envuelto en moscas. De nuevo lo sacaron al exterior, le deparaba una espantosa muerte. 
   Arrodillado sobre una lona, uno de los cómplices sacó un machete y lo usó para golpear la nuca de la joven víctima que murió al instante. Pero eso sólo sería el principio del horror de la muerte. Procedieron a extraerle el cerebro y lo usaron para cocerlo en el nganga junto con su sangre. Mientras hervía, amputaron las piernas del joven y le extrajeron la columna vertebral para usar sus huesos como amuletos. Constanzo usó uno de los huesos como alfiler de corbata. Nada del cuerpo fue desaprovechado, su carne sirvió para ser consumida en el diabólico ritual. Los restos óseos fueron depositados en cubetas. 
    El ritual había sido completado, pero lo que no predijo Constanzo es que su víctima era familiar de un senador de Estados Unidos. La desaparición de Mark alertó al consulado de Estados Unidos. Los padres del joven habían, incluso, acudido con el mismo presidente George Bush para encontrar a su hijo.  
   

Gracias a esta intervención, se logró rastrear el rancho de Santa Elena. Cuando las autoridades arribaron, el anciano que custodiaba el lugar reconoció a Mark a través de la foto que la policía había mostrado. En el lugar se confiscó cocaína, mariguana y armas de fuego. Las autoridades capturaron a Serafín Hernández (el antiguo novio de Sara), a Sergio Martínez y al Pequeño Elio. Por medio de un violento interrogatorio obtuvieron dos nombres: Adolfo Constanzo, líder de la banda y su principal cómplice Sara Aldrete. 
   Los detenidos aseguraban que Adolfo es un brujo que, por medio de sacrificios y rituales, los espirítus los tenían protegidos de las balas y del arresto, pero esa creencia se derrumbaría cuando se buscaría a la cabeza principal de la banda. 
   De acuerdo a los testimonios de los detenidos, Sara era, al igual que Constanzo, una homicida a sangre fría. Torturaba a las víctimas ya sea atándolos de las extremidades, los castraba y mutilaba los pezones. Procedía a cocerlos en calderos de agua hirviendo y los dejaba agonizando durante horas. Hubo víctimas a las que abría el pecho y les extraía el corazón que sería devorado delante de los ojos del occiso. 
   En el mismo rancho de Santa Elena, forzaron la barraca y ahí encontraron el horror guardado por esta banda: restos de animales mutilados como cabezas de cabras y gallinas, una de las cabras decapitadas estaba ensartada en un tridente. Había un altar lleno de veladoras, con rastros de sangre, figuras de la Santa Muerte y la Virgen de Guadalupe. Además encontraron el nganga de Constanzo, aún con restos de masa encefálica, sangre coagulada y una cabeza de cabra hervida. Las autoridades mexicanas desconocían el culto de la santería por lo que calificaron el altar como "satanismo" e inmediatamente la prensa calificó a la organización criminal como "Narcosatánicos". 
   Los cómplices fueron usados para encontrar los restos de las víctimas, hallando nueve fosas con 13 cuerpos, entre ellos el cuerpo brutalmente mutilado de Mark Kilroy y de Gilberto Sosa, un tráficante que había sido novio de Sara antes de conocer a Constanzo. Por desgracia se encontró también el cuerpo de un menor de catorce años, le habían abierto el pecho y su corazón fue extraído, seguramente para ser consumido en el ritual. Se relata una anécdota que corresponde a uno de los agentes: Benítez Ayala, él también creía en la santería y tuvo que solicitar la presencia de un curandero para purificar el lugar. Por indicaciones de Ayala, se desistió a buscar más cadáveres en el rancho de Santa Elena. 
   Se supo que Adolfo Constanzo era el responsable de la banda criminal, pero las autoridades mexicanas lo conocían por sus nexos con gente influyente, pues habían encontrado una agenda con registros de nombres de artistas como Irma Serrano "la Tigresa", Lucía Mendéz, el estilista Alfredo Palacios, Juan Gabriel, Yuri, como también politícos y representantes de la Ley de diferentes ciudades, por lo que urgía capturar al líder de la banda. Mientras que Sara Aldrete se le indagó en su antigua propiedad, un departamento que fue conducido por su propio padre. En las instalaciones hallaron un altar dedicado a Shango y a Santa Bárbara con restos de ropa de niño manchada de sangre. 
    Los Medios de Comunicación no esperaron más y difundieron la noticia sobre un cartel de tráficantes de drogas que practicaban el satanismo, aunque en realidad era otro culto, pero el resaltar "satanismo" fue atrayente para los demás medios y escandalizar a la población donde un gran porcentaje de la gente es católica. Sin embargo, Constanzo se había reunido con Sara y con el resto de su gente emprendieron la huida Ciudad de México. Consultaba las noticias y los periódicos para informarse sobre los movimientos de las autoridades en su captura. Llegó a la Colonia Roma donde se refugió, junto con su gente, a la propiedad de un amigo de Constanzo, sin contar que pronto serían descubiertos. 
    Por medio de soplones dentro de la policía, fue la manera en cómo las autoridades dieron con la propiedad donde se escondía el tráficante. Algunos agentes disfrazados como civiles vigilaban de cerca en sus autos, sin saber que eran observados por gente de Constanzo y por el mismo Constanzo. Cuando finalmente las autoridades rodearon la casa, el "Dubi" procedió a atacar contra ellos lanzando una ráfaga de balas con la AK-47 y la policía respondió también con tiros. Constanzo usó los billetes para arrojarlos por la ventana y despitar a los agentes. Los civiles tomaban el dinero provocando una dificultad en disparar, además Constanzo profería que "era inmortal, las balas no le harían daño gracias a sus poderes". 
   Era notoria su desesperación, junto con Martin Quintana (uno de sus amantes varoniles) se encerró en el armario y después solicitó al "Dubi" que les disparara. Al principio, éste no entendió la orden y nuevamente Constanzo le exigió que los matara después de propiciarle una abofetada. Álvaro de León Váldez "el Dubi" siguió las indicación y disparó con la AK-47 al líder de la banda y a su amante. Cuando la policía entró a la propiedad, ambos cuerpos permanecían unidos, como un abrazo, además, Martín se encontraba semidesnudo. 

   Sara Aldrete había traicionado al grupo, horas antes del enfrentamiento entre criminales y la policía, ella se había encerrado en una habitación, trató de romper una ventana y lanzó una nota, había escrito que supuestamente la tenían secuestrada y pedía ayuda. En la nota se hacía pasar por otra persona. 
    Cuando los agentes capturaron a los cómplices, entre ellos el Dubi, Omar Orea y a la misma Sara. Ella creyó que quedaría absuelta, pues en el juicio habían dictaminado que una complicidad menor con la banda, pero por medio de confesiones de los mismos capturados, se sentenció a cincuenta años de cárcel a Sara Aldrete por su participación en el homicidio de Mark Kilroy. El resto aún permanece encerrado en la prisión de Matamoros. Uno de ellos, Omar Orea "la Dama" murió en prisión un año después de su captura. Se le había diagnosticado SIDA, con la posibilidad de haberlo contraído en la cárcel. 
    En el caso de Sara Aldrete se generó una polémica, pues durante su detención ella aseguraba su inocencia y se menciona que ella confesó sus crimenes a consecuencia de haber sido torturada en el proceso de interrogatorio durante dos meses. Había sido violada sexualmente por la misma policía, e incluso presentaba quemaduras en sus genitales a causa de descargas eléctricas. El Dubi también fue víctima de tortura al grado de que desarrolló un trastorno mental, al parecer esquizofrenia con episodios psicóticos de alucinaciones visuales y auditivas sobre Dios y el Demonio. 
   

Sara Aldrete, desde la cárcel, escribió un libro donde comparte con sus lectores su inocencia y la manera en que Constanzo la había "manipulado" para formar parte de su organización criminal. Actualmente organiza pastorelas dentro de prisión y ha ganado premios literarios.
    La barraca donde realizaban los macabros sacrificios, en el rancho de Santa Elena, fue incendiado hasta quedar reducido a cenizas y el terreno pasó a ser propiedad del gobierno. 

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